Al Salir de Clase (VI) En el mismo sitio





El mismo skyline irregular peinando el cielo. Las mismas luces encendidas incitando a la indiscreción. La misma oscuridad envolviendo al resto de la ciudad en la tiniebla. Sí, Valladolid de nuevo. Sí, curso de entrenadores otra vez. Como si no hubiera pasado el tiempo.

Así, mientras en Londres se preparan para ser la llama que ilumine al mundo durante los próximos dieciséis días, aquí en el curso la mayor parte de mis compañeros ha optado por cobijarse entre las sábanas para recuperar fuerzas y prepararse para lo que se avecina mañana en forma de doble jornada.

La de hoy contó con la presencia de Evaristo Pérez, el entrenador burgalés que acaba de conducir al triunfo en el Eurobasket a la selección sub 16 femenina. Con un discurso cargado de coherencia nos habló sobre la detección y la formación del talento, sobre el procedimiento que está llevando a la FEB a alcanzar victorias en la mayor parte de campeonatos en los que participan sus selecciones. Lo hizo sin desdeñar su parte del mérito, el de cohesionar al grupo y extraer el máximo de su talento. Lo hizo, ante todo, agradeciendo la labor de los clubes en el proceso de formación de estos jugadores.

Es éste, el del talento, un tema que dará para futuros posts y temas de debate. Permitidme un tiempo para reflexionar sobre ello, para tratar de entender en qué consiste el talento, cómo se puede desarrollar y en qué medida este desarrollo puede ir en contra de otros objetivos de tipo grupal o formativo. Mientras tanto, y en referencia a la asignatura de Reglas de Juego que también estaba programada para hoy, me gustaría escribir sobre la esquizofrenia en la que nos hallamos, jugadores, entrenadores y árbitros, a la hora de interpretar un reglamento que, aun intentando ser concreto, peca de ambigüedad. Así, entre detalles que definen matices y matices que determinan la validez o irregularidad de una acción, el entrenador ya no sabe qué enseñar, el jugador a qué atenerse y el árbitro qué cojones pitar.

Así, y hasta que no nos pongamos de acuerdo, las diferencias de criterio acabarán derivando en una especie de lucha gremial que no le hace ningún bien al baloncesto. Sirvan estas palabras como llamada al sentido común. Fijemos unos criterios, nos gusten más o menos, y apliquémoslos con rigor. No defendamos una cosa y la contraria. No enseñemos acciones no reglamentarias y, claro, no sancionemos como ilegales, acciones perfectamente lícitas. 



Cambiando de registro, he de decir que la tarde también dio de sí. Cuatro horas con Felipe Martín nos hicieron reflexionar sobre los estilos de mando y sobre los tipos de feedback o retroalimentación que puede utilizar el entrenador para con el jugador. La receta viene a ser la misma de siempre: “dar a cada uno lo suyo” o “cada cosa a su momento”. Y si para hablar de talento os pedía unos días, tal vez necesite lustros o décadas para reflexionar, comprobar y acabar perfilando, de esta manera, una metodología que se adapte a todos aquellos inputs que, en base a mi personalidad, siempre irán conmigo, y que pueda ser tan flexible como para ser eficaz en las múltiples circunstancias a las que me enfrentaré en un futuro (cualidades del equipo, tipo de competición, personalidades de los jugadores,...).

Lo decía Evaristo. En un deporte tan cambiante como el baloncesto los entrenadores no podemos dejar de correr para seguir siempre en el mismo sitio. En esto consiste la labor del profesor-entrenador y el que no lo quiera aceptar que se baje del barco. Jugamos con material muy sensible. Comportémonos y estemos a la altura. Seamos, como está diciendo ahora mismo Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional, un ejemplo.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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