El
mismo skyline irregular peinando el cielo. Las mismas luces
encendidas incitando a la indiscreción. La misma oscuridad
envolviendo al resto de la ciudad en la tiniebla. Sí, Valladolid de
nuevo. Sí, curso de entrenadores otra vez. Como si no hubiera pasado
el tiempo.
Así,
mientras en Londres se preparan para ser la llama que ilumine al
mundo durante los próximos dieciséis días, aquí en el curso la
mayor parte de mis compañeros ha optado por cobijarse entre las
sábanas para recuperar fuerzas y prepararse para lo que se avecina
mañana en forma de doble jornada.
La de
hoy contó con la presencia de Evaristo Pérez, el entrenador
burgalés que acaba de conducir al triunfo en el Eurobasket a la
selección sub 16 femenina. Con un discurso cargado de coherencia nos
habló sobre la detección y la formación del talento, sobre el
procedimiento que está llevando a la FEB a alcanzar victorias en la
mayor parte de campeonatos en los que participan sus selecciones. Lo
hizo sin desdeñar su parte del mérito, el de cohesionar al grupo y
extraer el máximo de su talento. Lo hizo, ante todo, agradeciendo la
labor de los clubes en el proceso de formación de estos jugadores.
Es
éste, el del talento, un tema que dará para futuros posts y temas
de debate. Permitidme un tiempo para reflexionar sobre ello, para
tratar de entender en qué consiste el talento, cómo se puede
desarrollar y en qué medida este desarrollo puede ir en contra de
otros objetivos de tipo grupal o formativo. Mientras tanto, y en
referencia a la asignatura de Reglas de Juego que también estaba
programada para hoy, me gustaría escribir sobre la esquizofrenia en
la que nos hallamos, jugadores, entrenadores y árbitros, a la hora
de interpretar un reglamento que, aun intentando ser concreto, peca
de ambigüedad. Así, entre detalles que definen matices y matices
que determinan la validez o irregularidad de una acción, el
entrenador ya no sabe qué enseñar, el jugador a qué atenerse y el
árbitro qué cojones pitar.
Así,
y hasta que no nos pongamos de acuerdo, las diferencias de criterio
acabarán derivando en una especie de lucha gremial que no le hace
ningún bien al baloncesto. Sirvan estas palabras como llamada al
sentido común. Fijemos unos criterios, nos gusten más o menos, y
apliquémoslos con rigor. No defendamos una cosa y la contraria. No
enseñemos acciones no reglamentarias y, claro, no sancionemos como
ilegales, acciones perfectamente lícitas.
Cambiando
de registro, he de decir que la tarde también dio de sí. Cuatro
horas con Felipe Martín nos hicieron reflexionar sobre los estilos
de mando y sobre los tipos de feedback o retroalimentación que puede
utilizar el entrenador para con el jugador. La receta viene a ser la
misma de siempre: “dar a cada uno lo suyo” o “cada cosa a su
momento”. Y si para hablar de talento os pedía unos días, tal vez
necesite lustros o décadas para reflexionar, comprobar y acabar
perfilando, de esta manera, una metodología que se adapte a todos
aquellos inputs que, en base a mi personalidad, siempre irán
conmigo, y que pueda ser tan flexible como para ser eficaz en las
múltiples circunstancias a las que me enfrentaré en un futuro
(cualidades del equipo, tipo de competición, personalidades de los
jugadores,...).
Lo
decía Evaristo. En un deporte tan cambiante como el baloncesto los
entrenadores no podemos dejar de correr para seguir siempre en el
mismo sitio. En esto consiste la labor del profesor-entrenador y el
que no lo quiera aceptar que se baje del barco. Jugamos con material
muy sensible. Comportémonos y estemos a la altura. Seamos, como está
diciendo ahora mismo Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico
Internacional, un ejemplo.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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