Y cuando llegue el
día del último viaje,
y esté al partir la
nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a
bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como
los hijos de la mar.
Entiendo
que es casi un insulto ponerse a juntar letras después de
transcribir los últimos cuatro versos del Retrato de un poeta,
Antonio Machado, que nos dejó a lo largo de su vida estrofas de
calidad sublime. Sin embargo, impetuoso y fanfarrón, me he propuesto
hablar, a colación de estos versos, sobre el carácter apátrida de
los entrenadores de baloncesto, sobre su maleta siempre a medio hacer
situada en el umbral de la puerta.
La
primera víctima de este vaivén, de este tiovivo del que van
desapareciendo los niños a medida que da vueltas, ha sido Stan Van
Gundy, el mismo que condujo a los Magic a su mejor opción de vencer
un anillo en 2009, un campeonato que se pierde, o se deja de ganar,
cuando Courtney Lee falla completamente sólo bajo el aro, en el
final de un segundo encuentro que bien podría haber cambiado el
destino de la serie.
Sin
embargo, el crédito del pequeño de los Van Gundy no se agotó al
perder aquellas finales. Desde entonces han pasado tres años en los
que los resultados han ido en franca regresión como consecuencia de
múltiples factores entre los que se cuentan el descontento de
Howard, la mala planificación de la plantilla y la sobrevaloración
de algunos activos que no han sabido, o podido, estar a la altura del
desafío que supone el jugar con el cinco más dominante de la
actualidad. Parece evidente que el trabajo ha tenido más sombras que
luces. Es un hecho que el modelo basado en un hombre interior rodeado
de cuatro buenos lanzadores no funciona si no lo acompañas de otros
tipos de amenaza y, sobre todo, de una defensa competente.
Ahora
Stan ha pasado a ocupar esa nómina de entrenadores parados de la que
sólo se sale con un buen agente y buenos contactos. Le esperan meses
de revisar vídeos, de actualizar métodos, de preguntarse cómo y
cuándo se evaporó la química de estos Orlando Magic y se abrió,
para siempre, la puerta de salida.
Salvo
contadas excepciones con nombres y apellidos (Phil Jackson, Pat
Riley, Doc Rivers o Gregg Popovich), el resto de entrenadores se
encuentra sobre la boca de un géiser a punto de erupcionar. Al fin y
al cabo su continuidad no depende de la existencia de un contrato y
sí de la valoración que hagan de su gestión propietarios, managers
y jugadores estrella. Sobre todo éstos, los Deron Williams o Carmelo
Anthony de turno, los ganadores de nada que se creen en posesión de
la fórmula de la victoria y la ponen en marcha a costa del futuro de
sus técnicos y el de sus familias.
En el
deporte nunca un interés pasado garantizó una rentabilidad futura.
Del mismo modo, tampoco un entrenador, por más aptitudes que tenga y
por más horas que empeñe en su labor, puede asegurar que la pelota
vaya a entrar por el aro. En una liga de treinta equipos en la que
sólo dieciséis entran en playoffs, cuatro juegan la Final de
Conferencia y sólo uno gana el campeonato, veintinueve franquicias,
propietarios y aficiones se deben contentar con trofeos menores.
Por
ello sería interesante introducir otros baremos a la hora de
analizar el trabajo de un entrenador. ¿Se han conseguido objetivos
diferentes como practicar buen baloncesto, defender con dureza o
conectar con la afición? ¿Se ha conseguido extraer el máximo
rendimiento de los jóvenes jugadores? ¿Ha estado unido el
vestuario? ¿Los jugadores fueron humildes en la victoria y lucharon
hasta el final en la derrota?
No
dudo de la honestidad de quienes toman las decisiones. Al fin y al
cabo se juegan también su puesto y lo hacen invirtiendo dinero que
no es suyo. Pondría la mano en el fuego por todos ellos, pero sólo
lo haría sin guantes innífugos por R.C.Buford (San Antonio Spurs) y
Danny Ainge (Boston Celtics), los únicos que, comprometidos con la
elección de su hombre, le dieron las llaves de la franquicia para
que hicieran y deshicieran con la única garantía de su talento y
dedicación. Y cuando le das confianza a las personas adecuadas los
resultados suelen acompañar.
No
siempre los tiempos del dinero, la afición o la prensa son los que
necesita un equipo de baloncesto para acabar de formarse, para
empezar a trasponer todo lo que se entrena a diario en el gimnasio.
Así, cuando la comunidad de intereses deriva en una guerra civil, en
el medio de ambos bandos se encuentra siempre, apuntado por todos los
rifles, el entrenador, un ser al que en el manual de iniciación
siempre se le recomienda, bajo cualquier circunstancia, ir ligero de
equipaje.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
3 comentarios:
Bueno, es el juego, y cuando se pierde, a veces hay que pagar. Tienen buenos sueldos y condiciones laborales. Sólo una cosa me irrita, y es cuando supuestas estrellas son mçás valorados que ellos, para dejar las franquicias hechas unos zorros. En fin, that´s life.
Un abrazo :)
Me hace gracia que siempre estés escribiendo acerca de los entrenadores, como si realmente fueran parte importante.
Los entrenadores son un elemento totalmente prescindible. No aportan casi nada. Quienes realmente ganan o pierden son los jugadores. Un entrenador es algo artificial que está introducido en el mundo de la canasta.
¿Era Pepu Hernández un entrenador maravilloso cuando ganó el Mundial con España? ¿Es ahora un pésimo entrenador? PUes no, lo que realmente cuenta es la plantilla.
En fútbol los dos mejores entrenadores del mundo son Guardiola y Mouhriño. Qué casualidad, ambos tienen las dos mejores plantillas del mundo. El mejor seleccionador es Del Bosque, qué casualidad, tiene la mejor selección mundial.
¿Son esos entrenadores los mejores? Pues no, son las plantillas lo que realmente cuentan. En baloncesto un mediocre seleccionador ha ganado una Eurocopa el año pasado. ¿El tuvo mérito? Pues no, lo que cuenta son los jugadores.
Me imagino que a la vez que alabas los entrenadores te estás dando autobombo puesto que entrenas a unos mocosos (como decía aquel). El truco es bueno.
Creo que hay que poner al entrenador donde se merece. Quien gana o pierde son los jugadores y lo harían igual sin entrenadores. Apuntarse méritos como entrendor o apuntarse títulos me parece un ejercicio de prepotencia.
Basquiat
Totalmente de acuerdo con Basquia.
Creo que el papel del entrenador es residual. Quien gana los partidos son los que sudan en la cancha y los que encestan. El que está fuera de la cancha no se le puede dar ninguna importancia.
Fernando
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