No se es en absoluto especial por haber nacido en Chicago. Tampoco por ser hijo de inmigrantes
de la Europa del Este. Ni siquiera porque tu padre sea serbio y tu
madre croata. Sin embargo, cuando te alistas en una academia militar
y te conviertes en el capitán del equipo de baloncesto de las
Fuerzas Armadas estadounidenses sí que puedes presumir de no ser uno
más y adquieres, inmediatamente, el derecho a dejar de considerarte
a ti mismo como un ciudadano cualquiera.
Sirva
esta introducción para presentar la figura del actual entrenador de
los San Antonio Spurs, a toda una eminencia en la ciudad tejana,
Gregg Popovich, un joven que, en su carrera hasta el estrellato,
decidió pasar por todas las etapas que menciona el manual.
Licenciado en Educación Física y Ciencias del Deporte, Popovich
actuó como ayudante de diferentes entrenadores antes de ser nombrado
head coach de Pomona Pitzer, un cargo que ostentaría hasta 1985,
fecha en la que cambiaría de ciudad y papel para enrolarse en la
Universidad de Kansas como ayudante de Larry Brown en una elección
que, valorada en perspectiva, supuso todo un acierto. Y es que, más
allá de la simpatía que podamos profesar hacia el modelo de juego
que defiende Larry Brown, lo cierto es que el entrenador neoyorquino
se ha erigido en el maestro de toda una cantera de técnicos
encabezada por Popovich y en la que también se encuentran otros
nombres importantes como los de Mike Brown, Avery Johnson o Rick
Carslile.
Popovich
fue siempre el alumno aventajado, el primer asistente de los Spurs
entre 1988 y 1992 y el único que, tras el despido masivo de todo el
cuerpo técnico al finalizar aquella temporada, regresaría poco
después para hacerse cargo de las labores de oficina. Como podéis
imaginar, ahora que ya vais conociendo al personaje, Gregg no estuvo
parado durante este tiempo y, en un breve lapso, actuó como
asistente de Don Nelson en los Golden State Warriors donde, seguro,
pudo comprobar que el modelo de Larry Brown no es el único que
conduce a la formación de equipos ganadores.
Los
Spurs, con Popovich en los despachos, accederían a su primera gran
oportunidad para ganar el título en 1995, una temporada en la que
finalizaron con el mejor récord de la liga con 62 victorias. Lo que
no pudo evitar Popovich fue lo que acabaría sucediendo en una Final
de Conferencia en la que David Robinson, previamente nombrado MVP de la temporada, fue literalmente violado por
un Hakeem Olajuwon en estado de gracia. Y si en el 95 fueron los
Rockets de Olajuwon, en el 96 los Jazz de Malone los que frenaron las
aspiraciones de los tejanos. Así, tras un arranque con 3 victorias y
16 derrotas en la temporada siguiente, poniendo de moda eso de bajar
al barro, Popovich ordenó el cese de Bob Hill para adoptar el mando
del equipo desde el banquillo justo, curiosidades de la vida, cuando
David Robinson se recuperaba de una lesión de rodilla. Aquella
acción, tachada de oportunista, no pudo evitar que los Spurs
acabaran con uno de los peores récords de la temporada. Aquel equipo
fue acusado de “tanking”, es decir, de jugar a perder varios
partidos para mejorar sus probabilidades a la hora de obtener la
primera elección en el draft. Así pues, aquella temporada marcada
por las derrotas e, incluso, la vergüenza, se convirtió en el justo
peaje que debieron pagar los Spurs para dejar de ser una franquicia
perdedora y convertirse, quince años después, en una de las
dinastías más reconocidas de la liga. El artífice de la
resurrección, un alumno de Wake Forest nacido en las Islas Vírgenes
con 2,13 de estatura. Tim Duncan.
Pero
Tim “Siglo XXI” Duncan no hubiera alcanzado tantos éxitos de no
haber sido por la mano maestra de Popovich. Con todos los jugadores
recuperados de sus lesiones y con Duncan formando una dupla temible
junto a David Robinson los Spurs alcanzaron las 56 victorias en 1998.
Sin embargo, los Jazz de Stockton y Malone se volverían a cruzar en
el camino. Para su fortuna, las bases del éxito ya estaban montadas
en torno a un método, el de Popovich, que en sus primeros años se
ajustó básicamente al librillo de Larry Brown.
La
fórmula ganadora versión 1.0 de los Spurs se basó en el control de
la pintura y en la presencia de buenos defensores de perímetro como
Mario Elie, Sean Elliott o Antonio Daniels. Un base conservador como
Avery Johnson, Mr Bonobús, se convirtió pronto en una suerte de
entrenador en la cancha y cuando surgía algún incendio Steve Kerr,
Wyatt Earp, acudía con su muñequita linda a apagar el fuego. Aquel
anillo, logrado durante una temporada de lockout vino acompañado de
un enorme asterisco que pesaría como una losa durante el threepeat
de los Lakers.
En la
versión 2.0, la de 2003, se repitieron algunos patrones. Seguían
David Robinson (se retiraría al finalizar la temporada) y Tim Duncan
gobernando bajo los tableros. Seguía Steve Kerr dispuesto a escuchar
su número para salir a torpedear los aros rivales (como hizo en el
sexto partido de la serie contra Dallas Mavericks). Los jugadores de
rotación como Malik Rose (ya saben, “ganarás el pan con el sudor
de tu frente) y Kevin Willis (con 42 tacos) aportaron minutos de
calidad. En el perímetro Stephen Jackson y Steve Smith aportaban el
talento, mientras que Bruce Lee Bowen se encargaba de secar, por lo
civil o por lo criminal, a las estrellas rivales no sin olvidarse de
meter un triple tras otro desde las esquinas. Pero donde el método
Popovich dio un giro de ciento ochenta grados fue en la adición de
dos jugadores procedentes del baloncesto europeo. La ausencia de
bases propició que Tony Parker tuviera minutos desde el primer
momento. Manu Ginobili, una figura más contrastada si cabe, tuvo que
esperar, en cambio, a hacerse con la confianza del entrenador. Para
Playoffs todos habían encontrado su hueco y aquellos Spurs
funcionaron como un rodillo en su lucha por eliminar de su espalda el
asterisco del que había hablado repetidas veces el siempre genial
Phil Jackson.
Y más
de lo mismo en 2005, año en el que tuvo la ocasión de vencer a su
maestro en una final contra los Detroit Pistons que, a pesar de
llegar a los siete partidos, registró audiencias preocupantes. En
aquella ocasión el encargado de meter los tiros importantes fue
Robert Horry y el escolta veterano con calidad respondía al nombre
de Brent Barry. Para entonces Ginobili y Parker ya habían trepado en
la jerarquía hasta situarse muy poco por debajo de la eterna figura
de Tim Duncan.
En
2007 ni siquiera sufrieron. Algunos analistas esperaban que las
piernas fueran pesando tanto como el propio déficit de ambición,
pero Popovich no lo iba a permitir. Por ello, cada verano añadía
nuevas piezas en el vestuario, sumaba animales hambrientos deseosos
de incorporar a su palmarés un anillo de la NBA. Aquel año fue
Finley, un escolta talentoso dispuesto a ayudar al colectivo. Beno
Udrih se hizo con un puesto en la rotación y Oberto llegó para
sumar experiencia. De nuevo veteranía. De nuevo pequeñas dosis del
concepto de juego europeo. En suma, una fórmula ganadora que venció
a equipos tan dispares como los Cavaliers de Lebron o los Suns de
Nash sin necesidad de imponer ritmos lentos de partido, aceptando el
reto de jugar al tempo que los rivales marcaban. Todo gracias a un
Parker que se encontraba en el punto álgido de su carrera y que se
llevó, finalmente, un merecido MVP de las finales.
Y
entonces la sombra blanca y negra de los Spurs pareció ir
difuminándose. Los presagios empezaron a materializarse y las
piernas cansadas empezaron a pesar cada vez más. El método Popovich
no podía hacer nada frente al paso del tiempo y las repetidas
lesiones de espalda de Duncan, amén de otras puntuales, cada vez más
repetidas, de Manu Ginobili. Y entonces una vuelta de tuerca más.
Los Spurs dejaron de ser el equipo de Duncan para apostar por un
baloncesto menos mediatizado por la presencia de la gran estrella. Se
dejaron de marcar jugadas para el número 21 y se empezó a jugar un
sistema libre con constantes inversiones de balón en busca de un
lanzamiento abierto. Elecciones en el draft acertadas y una nueva
mirada a Europa para reclutar a Thiago Splitter o Boris Diaw les
convierten de nuevo en grandes favoritos. Todo gracias a la mano de
Popovich, a un método que, inspirado en el de Larry Brown, ha
demostrado ser más flexible que el de éste renovándose en función
de las circunstancias y de los jugadores, así como al tenor de las
exigencias de los propios cambios que se suceden en el baloncesto y a
los que algunos se niegan a adherirse. No es el caso de Popovich. Un
general flexible. El inventor de un método que se adapta a cualquier
tipo de molde siempre que se llame victoria.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
2 comentarios:
Hacer lo que ha hecho Duncan en la NBA, en distintas épocas, con distintos equipos… Títulos individuales, colectivos, desde su posición. Sus números su aportación y en los últimos años saber envejecer con tanta dignidad y dejar protagonismo a otros… No tiene nombre.
Cuidado con los Spurs este año. Que tienen un gran entrenador y un buen equipo. Pero sobre todo cuidado con los Spurs del recuperado Tim Duncan.
Dani Legend
Es el unico ekipo en los ultimos años que juega un poco en equipo junto con los celtics ,lo d este año es impresionante una rotacion de 12 o 13 jugaores ojala ganen e anillo por el bien del BALONCESTO ah por cierto sino fuera por arbitrajes y lesiones alomejor tenian 8 anilos en vez d 4 pero ese es otro tema un saludo.
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