Hay enfermedades que te quitan la vida. Otras, en cambio, aniquilan tu identidad mientras el corazón, caprichoso él, sigue latiendo. Una de ellas es el Alzheimer.
Muchas personas confunden lo accesorio con lo principal. Creen que el dinero, el poder o la fama son lo único que de verdad importa. Olvidan que el ser humano se alimenta de vivencias. Somos lo que hacemos, lo que planeamos, pero sobre todo lo que recordamos. La memoria es parte indisoluble de nuestra existencia y sin ella viviríamos en un eterno presente, en una continua sucesión de albas y ocasos sin preguntas ni respuestas.
Son muchas las familias que conviven con esta enfermedad, muchos los hijos que se ocupan de padres que no les reconocen. Sin embargo, son pocas las mesas de café en las que se habla de Alzheimer. Sí se departe, en cambio, sobre el paro o la crisis. También se hacen planes de futuro y se calculan los hijos que se desean concebir. Se comprueba, por tanto, que no evitamos los problemas, que podemos hablar de aspectos que nos desagradan e inquietan. La pérdida de la memoria, en cambio, directamente nos aterra. Preferimos pensar que es algo muy lejano, pero está ahí, presente en nuestra sociedad, en nuestro tiempo, en nuestras vidas. También en el baloncesto.
Doc Rivers, entrenador de Boston Celtics, es un hombre emocional. No es extraño verle con los ojos humedecidos. Ayer, luchando contra las lágrimas no pudo evitar balbucear al referirse a la reciente retirada de Pat Summit, la entrenadora del equipo femenino de la Universidad de Tennessee. “En estas situaciones te das cuenta de hasta qué punto amamos este trabajo, de hasta qué medida estamos enamorados del entrenamiento. Está en nuestra sangre. Lo amamos".
Treinta y ocho temporadas. Mayor número de victorias en competición universitaria, mil noventa y ocho. Ocho campeonatos universitarios. Ocho veces nombrada mejor entrenadora del año. Oro en Los Ángeles 84. Elegida, también, como mejor entrenadora del siglo XX. Undécima mejor entrenadora de cualquier sexo y competición según The Sporting News en 2009. En treinta y ocho años ningún equipo terminó con un balance inferior al cincuenta por ciento de victorias. Así es el currículum de Patricia Sue Head, el de Pat Summit como siempre fue conocida, el de la actual entrenadora emérita de las Lady Vols de Tennessee, una de las muchas personas que padecen esta enfermedad degenerativa. Con sólo 59 años.
Para Pat ésta es sólo una prueba más que le plantea la vida. Como aquella a la que se enfrentó con sólo veinticuatro años cuando le fue ofrecido el cargo de entrenadora en la universidad. “Tenía muchísimo miedo de no estar a la altura”. Ahora, treinta y ocho años después, ha cedido el testigo entre las alabanzas de todos sus colegas. “No me importan los títulos que consiguió”, afirmaba Kim Mulkey, entrenador del equipo femenino de Baylor, “ella ha hecho muchísimo por este juego, mucho más que ganar una vez tras otra”. Pat Summit contribuyó a generar una cultura de excelencia en el seno de un deporte, el baloncesto universitario femenino, que durante muchos años navegó a la sombra del deporte masculino. Todo el mundo la recuerda por su integridad fuera y dentro de la pista, por elevar el nivel de baloncesto sin recurrir a tretas o atajos, caminando siempre por la vereda que le dictaban sus principios éticos y morales, su manera de entender el baloncesto. De su seno salieron varias estrellas de la WNBA como Tamika Catchings o Candace Parker, jugadoras que siempre consideraron a Pat como su segunda madre.
Hay legados que se ensombrecen. Hay principios que se erosionan en la búsqueda de la victoria sobre todas las cosas. No el de Pat. Aunque un día pueda llegar a olvidarlo. Por eso mismo les invito, como amantes de un deporte por el que Summit ha hecho tanto, a que si llega ese día acudan a recordárselo. Enséñenle las fotos en que aparece emocionada. Muéstrenle todas esas portadas de periódicos que llenaron, en su día, las chicas a las que ella entrenó no sólo para ser mejores jugadoras, sino sobre todo para ser mujeres íntegras y honestas. Ella nos dice dónde podremos encontrarla. “Si alguien pregunta por mí podrán encontrarme observando el entrenamiento o en mi oficina. Entrenar me ha dado la oportunidad de convivir con jóvenes estudiantes y atletas y de poderles ayudar a descubrir qué es lo que de verdad quieren. Seguiré amando este deporte. El baloncesto seguirá siendo mi pasión. Y ello nunca va a cambiar”. Ya lo saben amigos. No dejen de ir.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
2 comentarios:
Bonita entrada. Besos.
Que aproveche el tiempo en que la enfermedad no la consumirá...y espero que pronto haya algo que pueda paliarla, mínimamente. Difícil, con las prioridades del mundo. En fin, varias personas muy cercanas de mi familia la sufren...y es de lo más cruel que puede haber.
Un abrazo :)
Publicar un comentario