Necesidad, deseo, oportunidad






Rara vez deseo, necesidad y oportunidad coinciden en el tiempo. Muchas veces quieres lo que no necesitas (un coche de alta gama). Otras, necesitas lo que no quieres (comer pescado). Y pocas, además de querer lo necesario, o necesitar lo querido, se da la circunstancia propicia para ello.

Hoy es uno de esos días. Quizá por ser el trigésimo de un abril que no fue abril (por frío, no por lluvioso) al menos en el paralelo 40 grados Norte unos cientos de kilómetros al oeste del Meridiano 0. Ayer los Clippers hicieron historia remontando 27 puntos a los Grizzlies y, de esta manera, me pusieron en bandeja el poder recordar una fecha que, en medio de un período negro para los Celtics como fue el largo desierto en el que nos movimos entre los meses de junio de 1986 y 2008, irrumpió en el horizonte como un oasis lleno de colores verdes y una gran fuente de agua.

El deseo de escribir sobre aquella hazaña siempre estuvo ahí. Al deseo se suma, hoy, la necesidad que sentimos todos los célticos de levantarnos tras la derrota de esta noche frente a Atlanta en un partido que, además, puede acarrearle una sanción deportiva a Rajon Rondo por haber entablado un contacto físico (y no amoroso precisamente) con uno de los oficiales.

Empecemos por el final. El estoico y habitualmente impertérrito Jim O´Brien enseñaba el puño al aire del Garden (por entonces Fleet Center) para celebrar la victoria. Pocos minutos después, delante de los micrófonos, nos dejaría una frase para el recuerdo: “Durante tres cuartos el partido pareció un infierno, pero el último, el último cuarto, fue lo más parecido al Edén”. ¿Tenía motivos el por entonces entrenador de los Boston Celtics para emplear estos términos bíblicos en relación a un simple partido de baloncesto?

Lo cierto es que no fue un 25 de mayo cualquiera. Habían pasado 15 años desde que el Garden se vistiera de gala por última vez para acoger un partido de Final de Conferencia. Ya no caminaban sobre el parqué Bird, McHale o Parish. Muchos espectadores ni siquiera habían nacido a tiempo para verles. Entonces vestían de verde algunos tipos cuyo talento, estoy seguro, avergonzaba a la por entonces máxima figura céltica en vida, Red Auerbach. Pero, por suerte, a pesar de haber nacido en un suburbio de Los Ángeles, también jugaba, y hubiera muerto de haber sido menester, de blanco y verde Don Paul Pierce. Un Paul Pierce bien secundado por ese incalificable jugador al que Montes, por su polivalencia y por aparecer en cualquier lado de la cancha de manera genialmente anárquica, apodaría Soldado Universal. Me refiero al hoy arruinado Antoine Walker, otra víctima más del juego que ha dilapidado su fortuna hasta el punto de verse obligado a vender el anillo que cosechara años más tarde, en 2006, con los Heat. El propio ex de Kentucky confesaría al finalizar el encuentro que jamás había estado envuelto en un partido como aquel.

Pocos antecedentes hacían presagiar la victoria final de los Celtics. Desde luego no los 21 puntos en contra al comienzo del último cuarto. Tampoco el 2 de 14 que por entonces registraba la gran estrella céltica. Probablemente nada hubiera cambiado de no haberse percatado Walker de las sonrisas burlonas que les estaban regalando desde el banquillo de los Nets. Fue entonces cuando se dirigió al resto de compañeros y les dijo: “Tenemos que recuperar el respeto”. 



“El arranque fue la clave”, confiesa años después el por entonces base de los de Boston, Kenny Anderson (ya saben, como diría Montes Fantasías Animadas de Ayer y de Hoy). “Fue el que nos hizo contar con el apoyo del público”. Y el Garden cuando ruge ruge de verdad. Bien lo sabía Byron Scott, antiguo laker y entrenador de los de New Jersey aquel día. Pocos públicos pueden intimidar de la misma manera. Buscando un símil futbolístico, el Garden sería Anfield. O tal vez San Mamés. Un lugar lleno de tradición con público entendido a la par que fiel. Aquella noche el ruido era ensordecedor, los jugadores tenían que gritar para comunicarse entre sí y apenas se escuchaba el silbato de los colegiados. Espoleados por la grada jugadores como Rodney Rogers o Tony "Lambada" Delk pasaron a jugar un rol fundamental. Pero si el Garden metió y evitó unas cuantas canastas, qué decir de Paul Pierce. 



Apodado “The Truth” por parte de Shaquille O´Neal tras asistir a una exhibición del 34 de los Celtics durante un partido entre las dos franquicias con más historia de la liga, Paul Pierce tuvo que esperar hasta aquel 25 de mayo para convertirse en el único y verdadero ídolo de la afición de Boston. Así, a pesar de haber anotado 41 puntos en un duelo al sol con Lebron o de haber sido MVP de las finales de 2008, el partido que mejor recuerda fue aquel tercero de la Final de Conferencia contra los Nets de Jason Kidd, Richard Jefferson y Kenyon Martin. Curiosamente el último que vencería Boston en una serie que finalizaría con un 4-2 en contra y con los Nets enfrentándose a los Lakers en las finales de la liga. 



El actual capitán de los Celtics se olvidó de los lanzamientos de cinco metros que aquel día no estaban cayendo para buscar el aro con una vehemencia inusitada. Cuando no anotó sacó falta. Así hasta sumar 19 puntos, muchos de ellos en forma de tiros libres decisivos. Así, liderados por Paul Pierce y alimentados por la grada los Celtics protagonizaron otro partido más para la historia, otro de los que permanecerán en las videotecas para el deleite de los fans y para el reconocimiento de los expertos en la materia. Os recomiendo que, seáis o no de este equipo, disfrutéis con la tensión, con la intensidad, con el bramar de la grada o con los rostros hambrientos de los jugadores de Boston. Simple necesidad. Puro deseo.

Desde aquel día, en la NBA ya están al corriente de que “48 minuti en el Garden son molto longui”. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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