La Crisis de los 70. ABA y NBA. El mundo es demasiado pequeño para los dos.
Un cuarto de siglo después de que se firmara con uranio radiactivo el armisticio más costoso de la historia de la humanidad el mundo había dejado de ser una esfera dividida por un telón de acero en el que dos superpotencias se repartían el resto del pastel dirimiendo sus diferencias muy lejos de Washington o Moscú. Curiosamente, dos de los países más devastados por la II Guerra Mundial, Japón y Alemania, se habían convertido en dos centros económicos de primera magnitud. Estos países dejaron de ser meros contribuidores del crecimiento económico de los Estados Unidos para configurarse como una feroz competencia llamada a alterar las viejas premisas de un modelo, el capitalista, que había experimentado, durante los años 60, el período más feliz de su existencia. Ello, unido a la descolonización del continente africano y a la dependencia de los países desarrollados respecto al petróleo como materia prima básica e imprescindible para mantener su modus vivendi, desembocó en un período de recesión económica e inflación que llevó al Presidente Nixon a tomar medidas de manera unilateral rompiendo la paridad dólar-oro que garantizaba la seguridad y la confianza en los intercambios comerciales.
La subida por parte de los países de la OPEP del precio del barril de petróleo generó un incremento de los costes en todas las actividades industriales. Así, sin llegar a tener el impacto de la Crisis de los 30, la crisis de los años 70 motivó un cambio de perspectiva y una reconversión industrial sin precedentes. Causa o consecuencia, huevo o gallina, qué sé yo, lo cierto es que la caída del viejo modelo de producción fordista contribuyó al nacimiento de la conocida como sociedad de la información y del conocimiento.
La década de los 70 marcó una época en el baloncesto moderno. Al menos en Estados Unidos. El fin de la tiranía de los Celtics permitió que los dos más grandes mercados de la liga pudieran saborear, al fin, las mieles del triunfo. Lo hicieron los Knicks en el 70 y en el 73. Lo hicieron los Lakers en 1972 (ya habían conseguido títulos, 5, cuando jugaban en Minneapolis). No fue una década de dinastías. Más bien todo lo contrario. Equipos como Milwaukee Bucks en 1971 (con Kareem y Oscar Robertson en sus filas), Golden State Warriors en 1975, Portland Trail Blazers en 1977, Washington Bullets en 1978 o Seattle Supersonics en 1979 se alzarían por primera vez y última con el anillo de la NBA.
En paralelo a ésta, otra liga, la ABA, se abría paso entre los senderos de la marginalidad. Nacido en 1967, este exótico campeonato que introdujera la línea de tres y el balón tricolor, se convirtió en todo un referente para la población afroamericana de las ciudades sin baloncesto profesional. Alejada de cualquier ánimo de lucro, su principal logro fue el de servir de plataforma para alguno de los iconos más reconocidos de la historia de nuestro deporte. En sus canchas triunfaron jugadores como Julius Erving, George Gervin o David Thompson, amén de algunos hombres grandes que, de haber desarrollado su carrera únicamente en la NBA, hubieran batido récords de intimidación y rebote, especialmente Moses Malone.
Finalmente, como era de esperar en un período de recesión económica, ambos campeonatos se terminaron fusionando en 1976. Cuatro nuevos equipos, los únicos supervivientes del fin de la ABA, ingresaron en la NBA: New Jersey Nets, San Antonio Spurs, Denver Nuggets e Indiana Pacers. Así, a pesar de la llegada de los jugadores antes mencionados, el talento hubo de dispersarse generándose el caldo de cultivo propicio para que ningún equipo pudiera repetir título (algo que no volvería a ocurrir hasta que los Lakers cosecharan los títulos de 1987 y 1988).
Tengo la impresión, no sé si compartida con ustedes, de que los períodos de crisis suelen ser el acto preliminar de una gran obra de teatro. Así, si la Gran Recesión fue el sainete previo, permítanme el sarcasmo, de la II Guerra mundial, la inestabilidad económica y deportiva de los años 70 fue la antesala de la consagración del baloncesto como producto mediático. La NBA se benefició de la sociedad de la información como ésta lo hizo de los duelos entre Larry Bird y Magic Johnson adornados por la presencia de jugadores procedentes de esa especie de Edad Media que para muchos fue (para mí no) la década de los 70. La gente reconocía el talento de los Rick Barry, Lew Alcindor, Bill Walton o Earl Monroe, entre otras estrellas de la década. Más aún, incluso, valoraba la espectacularidad de las acciones del Doctor J o de David Skywalker Thompson. Pero el gran público estaba ávido de grandes duelos y de batallas épicas y sólo ese choque cultural en verde y amarillo entre Celtics y Lakers pudo colocar de nuevo al baloncesto en el lugar que había ocupado durante los años sesenta.
Sin embargo, no debemos olvidar que, al igual que sin Medievo no habría habido Renacimiento, tampoco sin aquellos oscuros años 70, con su crisis económica y su baloncesto sobrio, habría nacido esa década de los 80 tan ostentosa y colorista. Sin el Doctor J y David Thompson quizá no hubiera existido nunca el Michael Jordan que conocimos. Y es que estos dos jugadores fueron los ídolos del joven neoyorquino. Ellos olieron las nubes antes de que lo hiciera el 23 de los Bulls. Y quizá, si ellos no hubiesen volado antes, Dios nunca se hubiera disfrazado de jugador de baloncesto.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
2 comentarios:
Yo soy de los 80, cierto, pero cada día que pasa siento más fascinación por el baloncesto de los 70, el verdadero punto de inflexión entre el baloncesto antiguo y el moderno. Todo lo que triunfó en el baloncesto de los 80 y los 90 tiene su origen en los 70, Monroe y sus reversos de playground, los vuelos de Erving y Thompson, anotadores repletos de clase como Iceman Gervin, etc.
Por cierto, al fin he podido leer el post sobre los Hoyas tras estas últimas semanas sin ordenador y desconectado del mundo... Chapeau, tremendo.
Saludos.
...tremendo artículo!!!
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