Mourinho un aprendiz




En la NBA no hay Karankas, es decir, segundos entrenadores que cubran las ruedas de prensa de sus jefes. Tampoco leyes del silencio ni cazas de brujas. Eso queda para ligas que dicen ser de las estrellas y para equipos que presumen de señorío (y mira que soy madridista). Es lo que ocurre cuando tratas con jóvenes que lo tienen todo y que sienten, por ello, que nada se les puede quitar; cuando haces de la opacidad la regla y de la transparencia, la excepción.

En la NBA la relación entre los jugadores y los periodistas es muy estrecha. Es lógico pues recorren juntos miles de millas surcando de este a oeste, y viceversa, los Estados Unidos. Las normas también ayudan cuando permiten que las entrevistas se realicen en el propio vestuario o cuando se exige a los entrenadores que intervengan después de cada sesión Todos los jugadores han de estar disponibles para hablar con la prensa antes y después de los partidos bajo pena de 25.000 euros de multa en caso de incumplimiento (Sé que Rajon Rondo los paga encantado). Todos los días se pone en mano de los profesionales de la información un parte médico actualizado sobre los jugadores inactivos. Resulta imposible especular sobre la duración de las lesiones pues su evolución es por todos conocida.

El único pero pasa por la parcialidad de los medios. La mayoría cubren las noticias de un equipo para un público muy local. Así, por ejemplo, el Globe cubre las noticias de los Celtics para que las lean los ciudadanos de Boston como el LA Times sigue a los Lakers para informar, exclusivamente, a los seguidores de la franquicia angelina. De ahí que el enfoque sea siempre sesgado pues incluso en los medios nacionales como ESPN o NBA.COM se echa mano de columnistas especializados en una franquicia concreta para que escriban su opinión sobre el devenir del equipo al que siguen. Eso sí, muchas veces son los más críticos. Hasta aquí nada diferente.

La hostilidad hacia la prensa tampoco es una exclusiva latina. En numerosas ocasiones jugadores y entrenadores también han reaccionado airadamente ante las preguntas de los periodistas. Curiosamente, esta mañana, informándome sobre lo ocurrido anoche en el TD Garden de Boston, me encontré con una entrevista a Kevin Garnett quien, ante una inocente pregunta por parte del reportero, respondió lo siguiente:

Estoy motivado. Escucho que me llaman viejo, más viejo, que estoy acabado... Y es cierto, soy viejo en términos baloncestísticos, pero en la vida soy joven, tengo treinta y algunos. Pienso en vosotros, miro vuestras cabezas y veo pelos canosos, calvas, coronillas al viento,... Mejor no hacer comentarios. Estoy motivado. Me encanta usar esta palabra para definir mi actual estado”. Podéis ver la entrevista pinchando aquí.

A continuación calificaría las crónicas vertidas en la prensa como de basura. Pero Garnett no ha sido el único que, con mayor o menor ironía, se ha desahogado con la prensa. Así, por ejemplo, Edgar Jones, ex jugador de la NBA, defendió su derecho a no tener que hablar ante los medios de la siguiente forma: “No vuelvo a hablar. Eso es todo. No más palabras. Yo soy un tipo callado e introvertido. No hablaba en el cole, no hablo en la cama. No me gusta hablar”. No le quedó otra que seguir haciéndolo.

Preguntado Kevin McHale por las opciones de su equipo para la siguiente temporada la misma noche en que habían sido eliminados de los playoffs sólo pudo decir: “Si pudiera predecir el futuro no estaría hablando con tipos como vosotros. Estaría invirtiendo en bolsa”.

Pat Williams, antiguo General Manager de Orlando Magic, para evitar la respuesta a una pregunta incómoda, y en tono jocoso, respondió con otra pregunta al periodista: ”¿Sabes lo que tenemos cuando hay un periodista enterrado en la playa hasta el cuello? Escasez de arena”.

A una pregunta sobre el presunto juego sucio de Wade en la jugada en que Rondo se disloca el codo durante los pasados playoffs, Lebron James, sentado al lado de su compañero, no pudo ser más explícito: “Ésa es una pregunta de retrasados”. Varias webs se hicieron eco del empleo de la palabra “retarded”, pero, sinceramente, no me imagino al Pedrerol de turno llenando hora y media de programa a propósito de estas declaraciones. 



Pero si hay un personaje en toda la liga que vive, también muere, por lo que pueda escribir la prensa sobre él, éste es Mark Cuban. Ególatra consumado y esclavo de su imagen, el propietario de los Mavericks es un hombre hecho a sí mismo. Las dificultades por las que atravesó en el pasado y su actual posición privilegiada le convierten en un ser orgulloso y confiado. El propietario de los Mavs posee una incontable fortuna producto de su visión empresarial y de su actitud ante la vida. Algunas de sus frases resumen varias de las máximas que le han llevado hasta la actual situación.

Indiferencia. “No me importa lo que digan. Ser rico es una buena cosa”.
Confianza. “Sé que a partir de ahora todos los periodistas tendrán más cuidado al entrevistarme”.
Franqueza. “La riqueza es como una clasificación que te coloca en el lugar que te mereces en función de cómo estás actuando contra el resto de la gente”.
Innovación. “Si veo a 10.000 personas haciendo lo mismo, ¿por qué voy a querer ser yo el 10.001?”
Odio. “Como todas las temporadas mi único deseo es que los Spurs pierdan los 82 partidos”.
Ironía. “El objetivo número 1 de un General Manager no es ganar un anillo, sino mantener todos los puestos de trabajo. Eso no va por Donnie ni por Avery” (entrenadores que fueron destituidos de los Mavericks).
Más ironía. “¿Cómo puede un entrenador con tantos anillos de campeón sentirse intimidado por mí?” (Se refería a Phil Jackson).
El fin justifica los medios. “Quiero meterme en su cabeza. Si Ron Artest juega pensando en lo que le estoy diciendo desde la grada, esto es una victoria para nosotros. Ello supone que no está concentrado y eso, repito, es una victoria para nosotros”



La pasión con la que vive los partidos Mark Cuban es inigualable. Sus comentarios y sus gestos son parte del espectáculo. Tanto es así que George Karl, durante la serie de playoffs que les enfrentó la pasada primavera, denunció su actitud por generar un clima hostil y peligroso. Así es Mark Cuban, la persona a la que nadie quiere mencionar para evitar darle protagonismo, pero de la que todo el mundo termina hablando. Como Mourinho, pero a lo grande. Con más dinero y con más libras de peso. Con la misma obsesión enfermiza llamada victoria. A toda costa. Sin importar cómo. Estoy seguro de que a muchos les gustaría que esta escena fuese más real.



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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