“Ahora ésta es la Ley de la jungla,
tan vieja y verdadera como el cielo;
y el lobo que la mantenga prosperará,
y el lobo que la rompa debe morir.
Como la enredadera que ciñe el tronco del árbol,
la ley funciona adelante y atrás,
ya que la fuerza de la manada es el lobo,
y la fuerza del lobo es la manada”.
Tomando un vaso de naranja. Analizando el sinsentido de una vida que nos conduce por derroteros no buscados hacia un fin que siempre es el mismo. Sentado en una silla de plástico. Así descubrí un libro, Canastas Sagradas, (“Sacred Hoops”) que llegó a mis manos gracias a la siempre generosa cartera de mi hermano.
Aviso previo para navegantes. No se trata de una obra que vaya a cambiar tu vida de un modo trascendental. Tampoco lo pretende. Sin embargo, por más que el título sugiera que se trata de una publicación destinada a amantes del baloncesto o futuros entrenadores, lo cierto es que Canastas Sagradas incluye numerosos pasajes y anécdotas que pudieran serle de interés al más común de los mortales.
Phil Jackson, con o sin la ayuda de un negro, dibuja sirviéndose de grandes trazos, su trayectoria en el baloncesto desde sus años de jugador universitario en Dakota del Norte hasta la temporada 95-96 en la que logra su cuarto anillo como entrenador, al conducir a los Chicago Bulls hacia la mejor temporada global de un equipo NBA en la historia (72 victorias 10 derrotas en Liga Regular y sólo 4 derrotas en los Playoffs). Lo hace trayendo al presente memorias de su paso por los Knicks, de su primer trabajo como ayudante de entrenador, de su época en la CBA, de su fugaz estancia en Puerto Rico y, también, rememorando el camino que recorrieron esos mismos Bulls para dejar de ser “los chicos de Jordan” y convertirse en el equipo campeón.
La elección del título no es baladí. Detrás del adjetivo “sagradas” se esconden dos de las vertientes sobre las que va a girar la obra. Por un lado, el libro presta una especial atención a la transformación espiritual que experimenta Phil Jackson a lo largo de su vida. Así, pese a ser educado en el seno de una familia ultracatólica, la madurez conducirá al espigado chico de Montana a buscar nuevas fuentes de inspiración y nuevos métodos para alcanzar ese estado de flujo continuo en el que muchos piensan, radica la felicidad. Sin embargo, su aproximación al budismo y a la meditación no impidió que el ritual post partido de aquellos Bulls de los 90 incluyera siempre, ganasen o perdiesen, el rezo colectivo del Padrenuestro. Por otra parte, el baloncesto para Jackson adquirió pronto un carácter sacro. Mejor dicho, no cualquier baloncesto y sí el baloncesto de equipo jugado por miembros desinteresados en el que todos son conscientes de que luchan por una entidad, la comunidad, mucho más grande que cualquiera de sus miembros por separado. Es en este sentido que Phil rescata para su obra (página 28) el pasaje del segundo Libro de la Selva con el que encabezo este post y cuyo contenido, por claro y didáctico, no puede ser glosado.
Son muchas las enseñanzas recibidas. Pocas las que finalmente serán puestas en práctica. Y es que como deja entrever el más laureado entrenador de todos los tiempos, la clave para la resolución de los conflictos y para la toma de las decisiones es una mente clara. Una mente clara asentada sobre valores muy firmes. Y si es difícil reunir dichos valores, qué se puede decir de la exclusividad que supone, hoy en día, gozar de una mente clara.
Sin embargo, más allá del sentido práctico que cada uno pueda extraer de estas enseñanzas, lo cierto es que de la lectura de este ensayo autobiográfico centrado en la gestión de grupos y en los aspectos psicológicos de las relaciones humanas, surge la llama de la reflexión. Canastas Sagradas es un libro que te incita a dialogar contigo mismo, que te lanza preguntas sin respuesta, que te expone un modelo de hacer las cosas que ha resultado exitoso no sólo en atención a sus fines, sino también con relación a los medios empleados.
La transitoriedad del éxito, el verdadero valor de las derrotas, el germen de la química de grupo, el control de la rabia, la compasión, la insignificancia del yo, la grandeza del nosotros, la necesidad de desembarazarnos de las cargas del pasado,... Sobre todos estos temas, y muchos más, teoriza Phil Jackson. Lo hace desde la óptica de un genio, desde la perspectiva de un hombre sabio y justo, desde la atalaya desde la que mira el mundo, desde sus 2,04 metros de altura, un chico de Montana que se enamoró del baloncesto, pero no más de éste que de la vida.
Tenéis Canastas Sagradas a vuestra disposición (con vuelta por favor). Tardé menos de tres días en leerlo y ya ostenta un lugar de privilegio en mi estantería. Allí está, no entre los libros de baloncesto y sí entre aquéllos que me enseñaron un poco más sobre este mundo.
“Existe una vieja historia Zen que ilustra este asunto (abundancia de pensamientos erróneos). Dos monjes viajaban juntos bajo un fuerte aguacero cuando toparon con una bella mujer vestida con un kimono de seda que tenía problemas para atravesar un camino cubierto de lodo. “Venga”, le dijo el primer monje, y la llevó en sus brazos hasta un lugar seco. El segundo monje no dijo nada hasta mucho más tarde. Entonces no pudo contenerse más. “Nosotros los monjes no nos acercamos a las mujeres, ¿por qué lo hiciste?”. “Yo dejé a la mujer allá atrás”, respondió el primer monje. “¿Estás tú llevándola aún?” (página 59)
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
2 comentarios:
Muy apropiado tras el entrenamiento de ayer.
Abrazos
Que grande la ley de la selva. Me gustan los apasionados de la vida, capaces de apasionarse de muchas cosas, pero nunca de una sobre las otras. Y os que reivindican la sabiduría frente al éxito, aunque sean conscientes de ser escuchados porque tienen o tuvieron éxito. Muy bueno.
Un abrazo :)
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