El día que dejé el baloncesto duró menos de un día. Ni siquiera soy consciente de cuándo ocurrió. Fue un simple arrebato, una adolescente locura sin reflexión previa. El fruto de una mala tarde, tal vez de una mala experiencia o de un reproche que afectara a mi autoestima. En cualquier caso, una mala decisión de la que tardé horas en arrepentirme. Pero no siempre hay marcha atrás. Y he aquí el asunto de este post. Hoy quiero acordarme del joven que abandonó sin condiciones la práctica de este deporte, de aquél que se deshizo para siempre de sus zapatillas o de ése otro que nunca volvió a detenerse al pasar ante una cancha llena de niños corriendo detrás de un balón naranja.
Hoy en día, y más que nunca, el deporte supone el asidero perfecto, el menos nocivo de los pasatiempos bajo el que guarecerse en estos tiempos de crisis. Es una fuente de disciplina, de amistad, de esfuerzo y recompensas que no siempre tendrán que ver con un marcador o una medalla. El baloncesto, como juego colectivo, supone la puesta en común de talento y trabajo, de aptitudes y actitudes. Es una auténtica escuela de vida y de convivencia en la que nunca dejamos de aprender.
Pero no hay placer inocuo. Ni siquiera el baloncesto. Y no me refiero solamente a las dolorosas lesiones que cortan de raíz con las ilusiones de muchos jóvenes y no tan jóvenes. Hablo, más bien, del cincuenta por ciento de los chicos y chicas que entre los diez y los dieciséis años deciden, “voluntariamente”, abandonar la práctica del baloncesto. Las motivaciones varían desde un cambio en las prioridades, la imposibilidad de compaginación con los estudios o la pérdida de interés por el deporte. A estas motivaciones más subjetivas hay que unir aquellas otras de cariz más institucional que tienen que ver con la insuficiencia de la oferta tanto en términos cuantitativos como cualitativos.
Es, sin duda, la pérdida de interés, la que más me preocupa desde mi óptica personal. Considero que la labor de un monitor deportivo habrá sido loable siempre que haya sido capaz de inculcar entre sus pupilos un espíritu deportivo con reflejo e incidencia positiva en su vida cotidiana. Lo cierto es que el baloncesto encierra en su esencia principios como la lealtad, el compromiso o el esfuerzo que chocan con los principales axiomas de nuestro tiempo basados en lo epicureo y lo frugal. En lo material por delante de lo espiritual. Duele ver cómo muchos chicos (y chicas) sólo llegan a conocer la epidermis de nuestro deporte, sus gestos o, como mucho, sus reglas. Recordarán cuando y cómo hicieron un determinado movimiento, pero olvidarán lo que sintieron al realizarlo. No habrán comprendido el valor de formar parte de un equipo, de ser uno de los doce. De ser doce para uno.
Los niños tienen excusa. Tienen derecho a equivocarse y comprobar que el rumbo por el que nos conducen las modas y la baja política es el de la eterna insatisfacción, el de las carteras llenas (no siempre) y las conversaciones superfluas. Pero nosotros, como adultos más o menos expertos, tenemos el deber de hacer llegar nuestra pasión, de promover el respeto hacia el compañero y de fomentar el altruismo en el interior de un vestuario. Lo haremos enseñando baloncesto. Como medio y como fin. Es nuestra obligación innovar y hacer nuestras sesiones divertidas; generar entusiasmo para, de esta manera, ser más efectivos a la hora de trasladar nuestro mensaje.
Aun así, muchos se quedarán en el camino. No siempre se puede vencer ante gigantes disfrazados de molinos. Numerosos jóvenes caerán en las tentaciones de lo fácil e inmediato, del amor de barra de bar y del amor a la propia barra. Otros lo sacrificarán por lo apretado de las agendas y por las exigencias de un modo de vida cada vez más esclavizante. Habrá que ser pragmáticos e incluir estas pérdidas en la cuenta de “otros gastos” pues habrán merecido la pena si conseguimos, de alguno de nuestros chicos o chicas, declaraciones de amor hacia nuestro deporte como las que dejaron algunos de sus más virtuosos representantes el día en que se despidieron de la práctica profesional.
Me gustaría conocer vuestras opiniones acerca del cese prematuro de la actividad deportiva, sobre las causas que pueden conducir al abandono del deporte. Entiendo que no hay recuerdo más triste que el del día en que nos despedimos para siempre de algo que hemos querido. Por eso yo no le voy a dar la oportunidad a la memoria pues el día que deje el baloncesto, en sus múltiples formas y vínculos, será el último de mis días.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
Hoy en día, y más que nunca, el deporte supone el asidero perfecto, el menos nocivo de los pasatiempos bajo el que guarecerse en estos tiempos de crisis. Es una fuente de disciplina, de amistad, de esfuerzo y recompensas que no siempre tendrán que ver con un marcador o una medalla. El baloncesto, como juego colectivo, supone la puesta en común de talento y trabajo, de aptitudes y actitudes. Es una auténtica escuela de vida y de convivencia en la que nunca dejamos de aprender.
Pero no hay placer inocuo. Ni siquiera el baloncesto. Y no me refiero solamente a las dolorosas lesiones que cortan de raíz con las ilusiones de muchos jóvenes y no tan jóvenes. Hablo, más bien, del cincuenta por ciento de los chicos y chicas que entre los diez y los dieciséis años deciden, “voluntariamente”, abandonar la práctica del baloncesto. Las motivaciones varían desde un cambio en las prioridades, la imposibilidad de compaginación con los estudios o la pérdida de interés por el deporte. A estas motivaciones más subjetivas hay que unir aquellas otras de cariz más institucional que tienen que ver con la insuficiencia de la oferta tanto en términos cuantitativos como cualitativos.
Es, sin duda, la pérdida de interés, la que más me preocupa desde mi óptica personal. Considero que la labor de un monitor deportivo habrá sido loable siempre que haya sido capaz de inculcar entre sus pupilos un espíritu deportivo con reflejo e incidencia positiva en su vida cotidiana. Lo cierto es que el baloncesto encierra en su esencia principios como la lealtad, el compromiso o el esfuerzo que chocan con los principales axiomas de nuestro tiempo basados en lo epicureo y lo frugal. En lo material por delante de lo espiritual. Duele ver cómo muchos chicos (y chicas) sólo llegan a conocer la epidermis de nuestro deporte, sus gestos o, como mucho, sus reglas. Recordarán cuando y cómo hicieron un determinado movimiento, pero olvidarán lo que sintieron al realizarlo. No habrán comprendido el valor de formar parte de un equipo, de ser uno de los doce. De ser doce para uno.
Los niños tienen excusa. Tienen derecho a equivocarse y comprobar que el rumbo por el que nos conducen las modas y la baja política es el de la eterna insatisfacción, el de las carteras llenas (no siempre) y las conversaciones superfluas. Pero nosotros, como adultos más o menos expertos, tenemos el deber de hacer llegar nuestra pasión, de promover el respeto hacia el compañero y de fomentar el altruismo en el interior de un vestuario. Lo haremos enseñando baloncesto. Como medio y como fin. Es nuestra obligación innovar y hacer nuestras sesiones divertidas; generar entusiasmo para, de esta manera, ser más efectivos a la hora de trasladar nuestro mensaje.
Aun así, muchos se quedarán en el camino. No siempre se puede vencer ante gigantes disfrazados de molinos. Numerosos jóvenes caerán en las tentaciones de lo fácil e inmediato, del amor de barra de bar y del amor a la propia barra. Otros lo sacrificarán por lo apretado de las agendas y por las exigencias de un modo de vida cada vez más esclavizante. Habrá que ser pragmáticos e incluir estas pérdidas en la cuenta de “otros gastos” pues habrán merecido la pena si conseguimos, de alguno de nuestros chicos o chicas, declaraciones de amor hacia nuestro deporte como las que dejaron algunos de sus más virtuosos representantes el día en que se despidieron de la práctica profesional.
Me gustaría conocer vuestras opiniones acerca del cese prematuro de la actividad deportiva, sobre las causas que pueden conducir al abandono del deporte. Entiendo que no hay recuerdo más triste que el del día en que nos despedimos para siempre de algo que hemos querido. Por eso yo no le voy a dar la oportunidad a la memoria pues el día que deje el baloncesto, en sus múltiples formas y vínculos, será el último de mis días.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
10 comentarios:
Varios:
1º.- Un sociedad cada vez más cargada de responsabilidades en el caso de algunos jóvenes responsables.
2º.- La infinidad de medios de la que disponen los jóvenes hoy en día, que le lleva a una vida sedentaria (videojuegos, internet, etc)
3º.- La mala gestión de algunos entrenadores, queriendo única y exclusivamente la victoria, en lugar de hacer que jueguen todos y se diviertan.
4º.- En algunos casos el poco espíritu de lucha y sacrificio, que a la menor de cambios hace que el joven abandone... puesto que estamos en una sociedad que exige el minimo esfuerzo para alcanzar objetivos.
Puedo darte muchas razones, pero la que más duele es una lesión que te impide volver a tocar un balón. En mi caso uno de voley que recurrentemente vuelve a mí en sueños.
Sin duda, cuando crecemos cambian mucho las prioridades. Antes teníamos tiempo de sobra para jugar y no parar de jugar. Ahora debemos ir a la universidad, asistir a clases que casi siempre coinciden con el horario de entrenamiento o en su defecto, trabajar.
En las mujeres es más complicada la cosa. De pronto quedamos embarazadas y ya es con un niño que tenemos que tomar decisiones. Sin embargo, pese a todas las excusas que podemos sacar, creo que el amor a un deporte depende mucho del entrenador. De eso que vos decís que hay que resaltar: más que un juego, el deporte es una forma de vida que te enseña muchísimo, que te disciplina en el buen sentido de la palabra y sobre todo que te deja grandes amistades.
Desde la nostalgia de mis días como deportista te escribo.
Pues si me remonto a mi época de juego allá por los 80 - 90, y pienso en los jovenes que conozco en la actualidad, llego a la conclusión de que las razones son parecidas:
- Los intereses cambian, a esa edad que tu dices por ejemplo,quedarme con mis amigos en el parque, en lugar de ir a entrenar, bien porque me gusta más, bien por el balance que cada chico haga de esfuerzo en el entrenamiento vs disfrute.
-La conexión que cada uno haga con los miembros del equipo, sino genero sentimiento de pertenencia con el grupo, buscaré otro. A veces, la aficción a ese deporte surge por el enganche al grupo.
- Desmotivación por parte de los entrenadores hacia el o la joven, por lo que no tienen sus ratitos de protagonismo tan importantes en esas edades, chupar mucho banquillo, no hay palabras de ánimo, los entrenadores no gastan nada de tiempo en intentar reforzar, motivar, buscar aquello en lo que cada joven puede destacar o desarrollar.
- La familia no refuerza tampoco, castiga las malas notas con no ir a los entrenamientos, a los partidos (error, grandísimo error).
- etc,...
Cuando te vas haciendo mayor, pues se va abandonando supongo que también por que aparecen otros caminos, en el caso de las mujeres no se ven tampoco muchas en los campos jugando en plan pachanga, solo a veces, junto con algunos chicos.
Se me ocurren muchas, pero me extiendo demasiado.
Muy grande, Juan José, me ha encantado todo lo expuesto en el post.
Sin duda las sensaciones, el amor por el baloncesto, son cosas que no se pueden enseñar... Es magia que se apodera de ti y que permanece dentro tuyo, generalmente, de por vida.
Saludos.
Suelen ser varias razones por la que se deja un deporte: lesiones, trabajo/ estudios que te impiden compaginarlo, cuando creces y formas una familia, al principio es complicado volver a jugar por falta de tiempo,desmotivación, etc.
Curioso que publiques esta entrada el 10 de enero: el 10 de enero del 2000,dejé de jugar al basket. Ese día falleció mi padre,...
Pero con el paso del tiempo, a veces, se vuelven a dar ciertas circunstancias que te hacen volver a jugar
P.S.
Uffff, dura entrada y sentido tema de conversación....
Creo que es lo más difícil a lo que se puede enfrentar un auténtico amante del basket. La retirada. Para mi, mucho más dura la retirada de la pista que la retirada de la conexión con el basket, porque al menos verlo en la TV siempre se podrá.
Personalmente yo se si sabría vivir sin el basket, como dijo Jordan, no se extrañen si a los 50 me ven vestido de corto. Porque es mi pasión. Depués puede que no pueda competir, pero mis pachangas con abueletes mientras el cuerpo aguante espero tener. Entrenar... Bueno podría vivir sin ello, me gusta, pero no es comparable. Verlo, por favor que alguien me instale el LEAGUE PASS en la tumba.
Sobre las despedidas más emotivas, me quedo con la de MJ con su último come back. Fueron 2 años de aplausos de 1 minuto o más en CADA CANCHA en la que jugó, llenó TODOS los pabellones en los que tuvo enfrentamientos durante esos 2 años y nos dejó momentos inolvidables otra vez. El ALL STAR con M. Carey, la canasta en el último segundo sobre Marion, los 51pts con 39 años, los 43pts con 40 años, otros tantos buzzer beaters y varias lágrimas que solo algunos supimos entender.
Creo que las más duras, sin embargo son las que te retiran antes de tiempo, por una lesión que te obliga, por la muerte de tu padre (Sí Dani, sí, eso te puede hundir bastante como para dejarlo 1 año), o en el peor de los casos por muerte del jugador (que hubiera pasado con aquellos Celtics??).
En cualquier caso, seguramente, a los que aman este deporte como yo, vuestros, amigos, padres, parejas, seguramente os dirán que no es para tanto y que no entienden porque te fastidia un día de lluvia, o porque sois felices llevando un balón en el maletero por si acaso, jugando con fiebre, con un tobillo tocado o un dedo inflamado, con tendinitis irreversible o incluso con todo a la vez.
Para terminar en cuanto a porque se deja antes de tiempo si estos motivos forzosos, creo que es culpa de la falta de valores como bien indican los tertulianos y Juanjo. Hoy por hoy, se quiere todo de inmediato, sin paciencia, sin valores fundamentales como el compromiso, el esfuerzo o el trabajo en equipo, pero todo esto no sería así si la formación de los jóvenes fuera buena y completa. Padres, colegios y entrenadores (siempre en ese orden) son los responsables de estas actitudes que hacen que nada tenga importancia, que todo sea algo de paso, un mundo de mojar en salsa, probarlo todo y queriendo nada.
Esto aún se puede arreglar, y os animo a empujar la torre para ponerla recta, y así poder disfrutar de las cosas en lugar de solo pasar por ellas.
Abrazos!
Por cierto la de Magic en el ALL STAR del 92 (liga en la que no participó, pero se le invito a jugar el ALL STAR para despedirle). Recuerdo que los grandes en los últimos minutos se hicieron varios 1x1 con él (Isiah, MJ, etc), fue también una gozada, que terminó con el oro de Barcelona 92.
:)
@Jordanypippen. Básicamente de acuerdo contigo. En cuanto a lo de los entrenadores matizar que hay categorías y categorías y que los chicos (y sus padres) deben decidir en cuál jugar para no verse sometidos, en ocasiones, a recortes en el tiempo de juego. Hay competiciones para todos los niveles.
@cronopiaazul Cuando nos volvamos a ver echaremos ese partido de volley que tu subsconsciente tiene pendiente. Gracias por compartir tu experiencia con nosotros. El embarazo quizá sirva en la cultura latinoamericana, pero en España la media para tener el primer hijo es tan elevada que permite la conciliación de la faceta deportiva hasta bien entrada la veintena (si no la treintena).
@Chus. Me gusta la importancia que le das al grupo. No todos los chicos ponen sitúan el baloncesto por encima de otros valores que van asociados a él. Creo que es importante sentirse cómodo y realizado en el seno del grupo y acumular experiencias positivas en el campo de la convivencia. Muy de acuerdo.
@Mo Sweat. Yo también creo que el amor es difícil de transmitir y de enseñar. El más puro es el que se lleva dentro. El mismo con el que se nace y que nos acompaña hasta la muerte. Nos leemos.
@PS. Lamento traer a la memoria tal recuerdo. Como dices siempre se puede retomar. El baloncesto es siempre un buen antídoto para los malos momentos. Te hablo, también, desde la dolorosa experiencia de haber perdido a edad temprana una madre.
@JaviPalao. Yo también te veo a los cincuenta jugando. Y te veo con un acompañante de unos pocos años menos pasándote el balón para que lo enchufes con tu habitual acierto. Creo que también estarán por ahí un zurdito que no juega mal, un chico alto que cuando era joven se dejaba el pelo largo (lo siento Dani, dicen que es muy malo a largo plazo), uno que antes se quejaba de los árbitros, uno que se la tiraba nada más llegar, otro que todavía seguirá bajando el brazo para que no haya canastas fáciles, un cubano que se habrá hecho famoso por su tabla de estiramientos y muchos más que se hacían llamar los Legends. Ah, y uno de ellos, un tal Pepe, nos animará desde la banda con unas cuantas cervezas y un último cigarro (el último desde que a los 30 supuestamente lo había dejado).
Un abrazo a todos y NUNCA, he dicho NUNCA, abandonéis el baloncesto. Él no lo haría :)
Yo lo tengo dejado provisionalmente, porque aqui no puedo jugar. Aunque bueno, al lado de donde tecleo ahora, hay una cancha dentro de mi empresa...lo he flipado :)
Supongo que cuando se confunde el placer de jugar con el placer despues de ganar, todo se tuerce.
Un abrazo :)
Pues sí Juanjo, allí habrá que estar (con o sin pelo) al lado del Capi, de Peta, de ti y del resto de los Legends.
No considero que tenga tanta pasión por este deporte como la tenéis otros, pero me gusta bastante y cuando no lo practico lo echo de menos.
Dani Legend
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