12 de agosto de 2012. North Greenwich Arena.
La pasada noche no pude dormir. A cada intento le seguía una visión torpe y borrosa de un atleta enfundado con la zamarra de Estados Unidos corriendo con un balón de baloncesto. A veces se llamaba Wade, a veces Bryant. Casi siempre Lebron. De fondo, en segundo plano, se vislumbraba, también borrosa, la figura de un árbitro que hablaba con acento italiano y que, según se sabría después, actuaba coaccionado por toda una serie de presiones procedentes de estamentos superiores.
Lógicamente, mi subconsciente me había trasladado a aquel 24 de agosto de 2008 en el que tocamos con la yema de los dedos la final olímpica (a 3 puntos a falta de poco más de dos minutos), a aquella soleada mañana de domingo en la que madrugamos con la intención de ver historia viva de nuestro deporte y que, a pesar de la derrota, no nos defraudó.
Sin embargo, ni Lamonica, ni los pasos americanos; ni siquiera la irrupción de nuevas figuras en el combinado estadounidense como Kevin Durant o Derrick Rose, han sido obstáculo suficiente para una selección que bien podría hacer honor a aquel sobrenombre de Dream Team con el que se bautizó a la selección de Estados Unidos que compitió en Barcelona 1992.
El partido empezó trepidante con un intercambio de canastas entre los bases titulares de ambos equipos. Chris Paul y Calderón eran incapaces de pararse respectivamente y la apuesta por evitar balones doblados hizo que ambos sumaran bandejas con facilidad.
Sin embargo, todo cambiaría cuando España empezó a meter balones dentro a un Pau Gasol que pronto anotaría los dos primeros ganchos que intentó. La defensa americana se cerró y Mirotic empezó a aprovecharse de esta situación bien para anotar desde el perímetro, bien para pillar a contrapié a su par cuando corría a puntear el tiro, hecho éste que terminaría siendo fundamental, pues sacaría del campo a la gran estrella norteamericana, Kevin Durant, por dos faltas tempraneras.
Aun así, España no conseguiría distanciarse en el marcador hasta poco antes de finalizar el segundo cuarto. Fue entonces cuando Sergio Scariolo planteó una zona impar (1-3-1) que los americanos fueron incapaces de leer cayendo una y otra vez, en las trampas planteadas. Esta defensa nos permitió recuperar balones y forzar malos tiros, permitiendo a Ricky comandar varios contraataques fulgurantes que finalizarían Rudy Fernández y Sergio Llull.
A la salida de vestuarios fueron los americanos quienes sorprendieron al plantear una Zona 2-3 muy presionante que ahogaría nuestra circulación de balón reduciendo a testimonial, el papel de nuestro juego interior. Esta defensa, orquestada por Jim Boeheim, asistente de Coach K y entrenador principal de la Universidad de Syracuse, sumada a la facilidad con la que James y Rose nos anotaban en transición condujo a Scariolo a solicitar un tiempo muerto para plantear opciones ofensivas en torno a un quinteto con Marc como única referencia en el poste bajo. Y Marc respondió secando a Howard en defensa y distribuyendo la bola desde el tiro libre en el ataque para sendos triples de Navarro y Rudy desde las esquinas. Volvíamos a recuperar una ligera ventaja, hecho éste que impulsó a nuestro seleccionador a hacer rotaciones para que nuestros hombres importantes llegaran frescos a los minutos en que se decidiría el oro olímpico.
Tras unos minutos de intercambio de canastas y en los que hombres como Iguodala o Westbrook trataron de convertir el partido en una verdadera batalla, el partido llegó 91-93 a nuestro favor a falta de seis minutos de juego. En ese momento, durante el tiempo muerto solicitado por Kryzewsky, pensé en los héroes del 84, en Martín, Epi, Corbalán, Iturriaga, Solozábal, Romay, Margall, Joe Llorente, Jiménez, Arcega, De la Cruz y Beirán, en el premio que para ellos supuso aquella plata y en lo lejos que estaban de aquel combinado de chavales universitarios (llamados, eso sí, Ewing o Jordan). Y recordé, de nuevo, aquella mañana de Beijing, en la que la plata fue un triste consuelo, en el que sentimos el oro muy cerca hasta el punto que sentimos que nos lo habían robado de las manos.
Nos la jugamos con Ricky, Navarro, Rudy, Pau y Marc. Ellos con Rose, Wade, Bryant, James y Howard. Es difícil saber cómo el parqué del North Greenwich Arena pudo soportar el peso de tantos quilates reunidos en tan poco espacio. Como difícil es comprender el minúsculo espacio que encontró aquel balón picado de Ricky que machacó Pau para ponernos 98-100 arriba a falta de tres minutos de juego.
Se endurecieron las defensas. Se amplificó el sonido de nuestros corazones. Desaparecieron los árbitros. Y se hizo el baloncesto. En su más pura expresión. Como entiendo que fue concebido. Escenario ideal para él, para su talento y para su instinto.
Tomó el balón. Fintó la salida abierta, botó con su mano izquierda, se hizo espacio y lanzó con la mano de Kobe encima. Tres de Navarro y cinco arriba para España. Fue entonces cuando cundió el pánico, cuando Durant no se explicaba que hacía en el banquillo mientras Bryant asumía tiros imposibles y Lebron parecía un especialista en el rebote. En éstas apareció Pau, para barrer un error de Ricky y ponernos a siete. Dos triples seguidos de Durant, que entró a pista por Howard, les colocaron a uno a falta de un minuto.
Y entonces lo inesperado. Rudy y Navarro en las esquinas. Marc escondido en línea de fondo. Bloqueo directo en lo alto de la bombilla de Pau para Ricky. Diez segundos en el luminoso de posesión, cuarenta y cinco para que se acabe el partido. Rose pasa de cuarto hombre mientras Durant se adosa a la espalda de Pau para impedir su continuación. El base de El Masnou se detiene en dos tiempos y con la decisión de los elegidos se levanta en una pequeña suspensión para anotar un triple que prácticamente nos daba el título de campeones.
Un tiro forzado de James acabó en las manos de Marc quien protegió el balón para recibir una falta, anotar los dos tiros libres y situarnos a una distancia inalcanzable de seis puntos que hacían realidad el sueño de todos esos españoles a los que el mundial de fútbol, aun emocionándonos, nos siguió pareciendo un premio menor en comparación con lo que supone, tanto a escala nacional, como en lo que a la repercusión internacional se refiere, el vencer a la selección de Estados Unidos en la final de unos Juegos Olímpicos.
Fue el último partido de muchos de estos jugadores. Sólo algunos, entregados a la causa, resistirán hasta el Mundial de 2014. Otros, como Felipe y Navarro, anunciaron que éstos, los de Londres, serían sus últimos minutos con la roja. Fue el último partido, también, de Sergio Scariolo como seleccionador. Criticado y a veces, incluso, vilipendiado, el italiano ha demostrado ser un gran gestor y un enorme estratega. Solventó los pequeños debates abiertos y se ganó la confianza de estos jugadores a base de horas sin dormir y de conocimiento sobre la materia. Sin aditivos, sólo con su presencia y su librillo. El que nos ha llevado a ser campeones olímpicos por primera vez en nuestra historia.
Disfrutémoslo como si sólo fuera un sueño. O mejor aún, porque por el momento, se trata sólo de un sueño. Éstos serán los doce que lo harán realidad.
José Manuel Calderón
Sergio Llull
Ricky Rubio
Juan Carlos Navarro
Rudy Fernández
Fernando San Emeterio
Nikola Mirotic
Serge Ibaka
Marc Gasol
Felipe Reyes
Pau Gasol
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
8 comentarios:
Esperemos que así sea! Y que la mejor generación del basket español tenga su recompensa.
El mejor broche para esta generación sería el oro olímpico.
Que gran robo fue aquel partido!!! meses más tarde uno de los árbitros reconoció que no habían pitado correctamente.
Muy bonito sueño, pero.. pueden ir a las olimpiadas dos nacionalizados? pensaba q solo es uno.. o solo en las competiciones FIBA?
Me gusta este sueño... Ojalá se haga realidad.
Feliz 2012.
Buena crónica, con mucha emoción, pero los nuestros tendrán que estar muy en forma y no acusar semejante salvajada de temporada (4 partidos semanales), para llevar vivos a la olimpiada.
Esperemos ver buen baloncesto y mejor arbitraje. Y entonces que gane el mejor!
Abrazos!
La salvajada de temporada la van a sufrir todos, también los estadounidenses.
En cuanto a la posibilidad de que vayan dos nacionalizados... Pues tengo serias dudas, pero confío en la palabra de Pepe Sáez cuando afirmó que todo estaría arreglado para el verano de modo que si Sergio Scariolo quisiera contar con los dos lo podría hacer. Esperemos que así sea, porque la presencia de ambos nos da un salto de calidad importante.
Pues suena genial...pero lo veo poco factible. Eso sí, poder jugar contra ellos, si se da, será un gustazo...y luego, con el cuchillo entre los dientes, sin dar ni pedir tregua. La verdad es que da pena que sea un sueño, porque se ve bastante real... ;)
Un abrazo :)
Aquí se escribe mejor que en www.marca.com . Aunque allí hay más gente que comenta.
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