Una de las obsesiones de todo entrenador es que el grupo de personas al que dirige actué como un equipo dentro y fuera de la cancha. Muchas veces, finalizada la sesión con los chicos que tengo la suerte de entrenar, me pregunto si son capaces de interpretar lo que les quiero transmitir, si detrás de conceptos como el dividir y doblar, el pasar y cortar, el cierre del rebote o las diferentes técnicas de dribling, son capaces de discernir el verdadero sentido del baloncesto, los principios que le dan forma, las reglas escritas y no escritas (sobre todo éstas) que lo hacen único e irrepetible.
Uno de esos principios, en este caso compartido con otros muchos deportes y experiencias vitales, es que se trata de un esfuerzo colectivo, de equipo. Si James Naismith hubiera pretendido crear un deporte individual habría diseñado una pista de juego de dimensiones más reducidas, habría suprimido una de las dos canastas y habría especificado que se trata de una lucha cuerpo a cuerpo entre un atacante y un defensor. Pero no. Introdujo diez jugadores, dos canastas y un solo balón. Repito, un solo balón.
Un solo balón que custodia, comprimidos, los sueños de muchos jóvenes. Un solo balón que da y quita la gloria, que puede dar vueltas sobre un aro para salirse... O para entrar. Por encima de todo, un único balón que debe ser compartido, que se mueve más rápido por el aire que en las manos de cualquier jugador y que aunque sólo puede ser lanzado por un miembro del equipo suele tener el capricho de entrar, con mayor frecuencia, después de haber circulado por las manos de todos.
Un solo balón que debe ser defendido entre todos como si se tratase de una llave con la que unos forajidos pretenden entrar en nuestra morada. Ello aunque tengamos la instrucción de encargarnos de una labor más específica, de defender a un jugador o un espacio concreto del campo. Nuestro sentido de la responsabilidad, nuestro sentido colectivo y nuestro afán por conservar lo que es nuestro, son motivos suficientes como para que las ayudas se sucedan y como para que el balón, la llave que da acceso a nuestras propiedades, esté siempre defendido.
Lo vino a resumir muy bien la Madre Teresa de Calcuta: “Yo hago lo que usted no puede, usted hace lo que yo no puedo. Juntos podemos hacer grandes cosas”. Desde el punto de vista defensivo se podría traducir de la siguiente forma: “Yo llego donde usted no llega, usted llega donde yo no llego. Juntos podemos llegar a cualquier sitio”.
Dentro de un grupo resulta tan importante conocer nuestras limitaciones como conocer a fondo las virtudes de los compañeros. Es básico saber dónde quiere el balón un tirador o en qué lado juegan mejor nuestros postes. Este grado de empatía se alcanza con el tiempo y con el trabajo, pero es fundamental contar con jugadores inteligentes que no sólo lean el juego sobre el tablero, sino también dentro de las mentes de sus compañeros y rivales. Eso es comprender el baloncesto en su totalidad. Y es ésa una virtud propia de todo líder.
Todo gran equipo, pese a estar cimentado sobre unas bases muy sólidas fundamentadas en el valor del colectivo, necesita de la figura de un líder. Lo fue Jordan para los Bulls en los 90, lo fue Magic para los Lakers en los 80 y lo fue Bird para los Celtics de la misma década. Lo fueron Russell y Duncan en dos de las dinastías más gloriosas de nuestro deporte. Y ser un líder, en nuestro deporte, no es estar disfrazado siempre de superhéroe, sino darle al equipo, en cada momento, lo que necesita. La tarea es ardua. El líder ha de ser un ejemplo de dedicación. El primero que llega y el último que se va. Ha de asumir responsabilidades sin venirse abajo moralmente. Ha de involucrar a los compañeros, integrarlos dentro del sistema y hacerles ver que sin ellos no sería posible. Es clave, por tanto, entender la diversidad de roles. Lo dijo Jordan: “En un equipo no todos pueden pretender tener la misma fama o prensa, pero todos pueden decir que son campeones”. Todo ello sin olvidar lo que nos dice Ryunosuke Satoro para recordarnos , al mismo tiempo, que el ser humano es limitado cuando actúa aislado e infinito cuando se integra y trabaja en pos de un destino común: “Individualmente somos una gota. Juntos, somos un océano”. Jordan lo tuvo claro cuando le pidió a Steve Kerr que estuviera preparado para lanzar el último tiro.
Decidme, si no, un ejemplo de equipo, que sin jugar como tal, se alzara con el título de campeón. Tal vez me habléis de los Lakers de 2010 en los que Kobe asumió demasiado protagonismo teniendo en cuenta quiénes eran sus compañeros (Bynum, Gasol, Odom). Sin embargo, eran los propios jugadores, y el entrenador, los que esperaban que Bryant asumiera este papel. Y tal vez recordéis los esfuerzos heroicos de Wade en 2006 que terminaron dando sus frutos. Es cierto, pero recordad la importancia de las canastas milagrosas de Payton o de los puntos en la pintura de Shaq. Recordad que ambos conjuntos dominaron la faceta defensiva. Es más, qué equipo se ha alzado con el anillo sin dominar este aspecto del juego, aquél en el que la falta de espíritu colectivo queda más evidenciada.
Os propongo ver el baloncesto desde diferentes ópticas. Os recomiendo disfrutar de una buena ayuda o valorar con justicia la eficacia de un bloqueo. No porque sean acciones espectaculares. Sí, en cambio, porque denotan que se ha comprendido el espíritu del juego, de un juego pensado para ser disputado en equipo. Os invito a jugarlo perdonando al compañero que yerra, pensando que no hubo mala intención en aquella jugada en la que no me vio abierto en el triple, confiando en que si salto a la ayuda, alguien cubrirá a mi jugador. Realmente os estoy invitando a jugar el baloncesto de verdad, aquel que engloba todos sus principios y verdades, aquel en el que el egoísmo no tiene cabida, en el que el yo es sólo un elemento ajeno que pretende distorsionar su sentido solidario. Lo dijo el cómico teatral Robert Orben: “Si podéis reir juntos, podéis trabajar juntos”. Hagámoslo.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO EN EQUIPO A TODOS
2 comentarios:
"Si fuerais el General Manager de un equipo, ¿a quién prefeririáis para comandar vuestro proyecto?"
Pues si tuviera un equipo ya formado, puntero en la clasificación y sin necesidades adicionales de anotación, preferiría a un base con mal tiro exterior, que se sacrificara en defensa, que se limitara a distribuir en ataque y obediente con el entrenador. Alguien que agradeciese estar en el equipo sin pedir nada más.
Buena entrada.
EQUIPO
Arturo
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