Noche de candado



30 de junio. Último día del año para los profesores y para los deportistas de élite, dos tipos muy diferentes de profesionales eternamente insatisfechos y muy admirados. Los primeros, por sus vacaciones, los segundos por sus salarios.

Sin embargo, los idolatrados jugadores de la mejor liga de baloncesto del mundo están a unas horas de quedarse en el paro. La NBA está a punto de echar el cierre por la falta de acuerdo entre la liga, los propietarios de los equipos y los representantes de los jugadores.

La controversia radica, principalmente, en la flexibilidad o rigidez del límite salarial. En el último convenio se admitieron múltiples excepciones para sobrepasar dicho límite (la excepción de nivel medio, la conocida como Larry Bird para renovar a jugadores del propio equipo, la de jugadores veteranos,...). Los propietarios abogan por reducir al mínimo este tipo de vías inflacionarias, mientras que los jugadores parecen estar dispuestos, como mucho, a rediseñarlas.

Otro de los puntos de disenso se encuentra en los beneficios "relacionados con el baloncesto" cuyo reparto actual es favorable para los jugadores en un 57-43 por ciento. Al parecer, la pretensión inicial de los propietarios pasaba por un 61-39 a su favor, en lo que parecen, sin ser un experto, unas condiciones de carácter leonino. Todo indica a que un reparto equitativo podría poner de acuerdo a ambas partes.

También la solidaridad entre franquicias se halla sobre la mesa. Se plantea el compartir parte de los beneficios de la taquilla e incluso algunos derivados de los ingresos por televisión. ¿Por qué? Pues porque sólo algunos equipos pueden y están dispuestos a pagar el impuesto de lujo por pasarse del límite salarial y, coinciden, habitualmente, con los que más ingresan. Se trata de que la equidad que inspira la competición también afecte a estas cuestiones nada baladíes.

De concretarse el cierre estaríamos ante el cuarto caso en sesenta y cinco años de historia de una liga que se ha caracterizado por ser un ejemplo de buena gestión al menos desde que Larry O´Brien tomara las riendas de la competición. David Stern afronta, hoy, uno de sus mayores retos. Su experiencia le avala y su terquedad le convierte en un negociante al que no me gustaría encontrar del otro lado de la mesa. Veremos qué resistencia pueden oponer los Fisher, Allen y resto de delegados de los jugadores. Espero que no recurran a la famosa frase que pronunciara Latrel Sprewell cuando le ofrecían seis millones de dólares para renovar su contrato con los Timberwolves: "Recuerden que tengo que alimentar a una familia". De ser así, apuesten por que no tendremos liga ni siquiera en enero.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Orgullo de Legend






Caímos. Con la cabeza alta. Ante un equipazo. Con un calor que recordaba al Memorial Day Massacre en el que los Celtics ganaron por 148-114 a los Lakers en el primer partido de las finales de 1985. Tirando de orgullo Legend.



60-55. Ése fue el marcador que puso fin a la temporada de baloncesto en Salamanca, en la final de un Trofeo, el Diputación, que presentó un mejor nivel de equipos, incluso, que la Liga Provincial Federada. El triunfo de nuestro rival fue merecido. Jugaron con mucho orden y nos castigaron bajo los tableros. Nuestra falta de acierto en el tiro exterior fue flagrante. Sin embargo, nuestra defensa nunca nos abandonó. Impedimos que anotaran en transición y sólo tres triples en el último cuarto acabaron por minar nuestra moral.



A pesar de la derrota no me gustaría despedir el año sin mencionar a todos y cada uno de los integrantes de este equipo, de este grupo humano con el que compartí, tras el partido, unas cervezas en torno a la mesa.



Y es que cuando las circunstancias de la vida me hicieron caminar con la cabeza baja, no pude por menos que alzar la vista para ver a mi amigo César pidiendo el balón en el poste bajo, al incombustible David Sánchez "Peta" corriendo el contraataque, al soltero de oro "Pepe" subiendo a recibir en el poste alto, a Jordan Palao manteniendo firme a la tropa, a David "Canario" driblando defensores como si fueran conos, al crack de Peña marcando los pasos para entrar a canasta, a Gustavo abierto en el triple, a Dani buscándome tras conseguir un rebote por encima del tablero para que salgamos al contraataque, a David Hernández "Mayor" pidiendo más minutos, a Pablo rompiendo a su defensor con su demoledor primer paso, a Abel queriendo jugar de base y a Andrés con la escopeta preparada para acribillar al rival desde el 6,25 o desde donde haga falta.



No quiero olvidarme tampoco de aquellos jugadores que por diferentes motivos dejaron el baloncesto en activo. Siguen siendo Legends. Siempre lo serán. Me refiero a Diego, Kana (te esperamos), Ángel "papuchi", Gonzalo, Nacho, Fernando y no sé si me dejo alguno por ser prácticamente un novato dentro de este colectivo. También es de ley citar al gran Javi "el de La Bañeza" por la intensidad que nos aporta en los entrenamientos. No dejaremos de intentar convencerle para que se una definitivamente a la plantilla. ¡Que deje a la novia si es necesario!



Es de rigor agradecer a nuestro patrocinador, el bar restaurante Bambú, su implicación con nuestra causa y, al pueblo de Cabrerizos, el apoyo institucional y de equipamientos que nos presta. Gracias a ellos todo nos resulta más sencillo.



El balance puede hacerse desde una doble óptica. Llegamos a dos finales y perdimos las dos. Lo primero no lo logró ningún otro equipo. Lo segundo tampoco. Yo me conformo con saber que somos mucho mejor equipo de lo que éramos cuando empezamos la pretemporada allá por septiembre. Y lo digo no sólo por el despliegue de facultades que mostramos sobre la cancha, sino sobre todo por la química que nos une fuera de ella.



UN ABRAZO Y GRACIAS A TODOS LOS LEGENDS POR DEJARME FORMAR PARTE DE ESTE GRAN PROYECTO.

Página Oficial de los Legends

Laso sí, Rudy, no



No se puede ser más lacónico a la hora de definir el futuro de la sección de baloncesto del Real Madrid. La entrenaba Messina, delegó en Molin. Se hablaba de Repesa, Pesic o Pianigiani y llegará Pablo Laso. Luego le critican a uno por ser nostálgico y añorar los tiempos en los que, en el frontón Fiesta Alegre, Ferrándiz dirigía a los suyos a una liga tras otra y a cuatro copas de Europa gracias a los Rullán, Luyk, Brabender y compañía.

Pablo Laso parece una opción más propia de otro club. Sin embargo, y a pesar de todo lo dicho hasta ahora, creo que es justo darle tiempo y dejar que sus métodos traten de calar entre una plantilla que se empieza a perfilar como discreta. Todos los grandes entrenadores tuvieron esa primera gran oportunidad, e incluso alguna más, para poder mostrar su valía. Suerte Pablo.

Al tiempo que se recorta el presupuesto para el baloncesto, el caprichoso Mourinho campa a sus anchas por las oficinas del club. Admito que el fútbol pueda rendir más cuantiosos dividendos, pero la inversión necesaria para el baloncesto es mucho más modesta. Se apuesta por los jóvenes, pero no se cree en ellos, se ficha a un gran entrenador para que lidere un proyecto y, al año y medio, tenemos a su ayudante dirigiendo al grupo hacia un paredón con nombre de Final Four.

Marca y otros diarios se hacían eco del interés por Rudy. Una cortina de humo sin la densidad necesaria como para evitar que veamos que el Barcelona ya ha renovado a Mickeal, Lorbek, Vázquez y que se va a hacer con Chuck Eidson. Por cierto, también al otro lado del "puente aéreo" se cuida mejor a las figuras que, como Basile, abandonan su casa. Nunca nos lo creímos y ahora nos congratulamos de que Fernández haya recalado en el actual campeón de la NBA. Desconozco cuál será su rol, pero conociendo a Carslile, tendrá sus oportunidades para demostrar que puede colaborar en la defensa del anillo.

Seguimos sin avistar, ni siquiera, un oasis en medio de este desierto que se prolonga desde 2007 y que amenaza con durar tanto como la crisis griega. Al menos ellos se dan la vuelta y ven el Partenón. Nosotros, los madridistas, la Caja Mágica.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Un año en la hoguera




Es lo que tiene nacer un 23 de junio, en vísperas de San Juan y en pleno solsticio de verano. Quizá sólo fuera casualidad, pero fue un día como éste, hace justo un año, cuando este blog vio la luz por primera vez. Lo hizo con este post surgido del tedio estival, del agridulce sabor del no saber qué hacer con todos los minutos del día que te sobran.

Como orgulloso padre de la criatura trato de pensar que todas sus arrugas, que esos ojos tan cerrados y esa cabeza tan deformada se curarán con el paso del tiempo. Tendréis que ser vosotros, los padrinos, quienes juzguéis con la severidad necesaria sus defectos y me los hagáis llegar a través de vuestros comentarios. De esta manera creceremos juntos.

Os lo confieso, no empleo más de veinte minutos en la redacción de cada post. Quiero que salgan de lo profundo de mis entrañas. La reflexión es serena, la escritura, visceral. Sólo actuando de esta manera creo que puedo llegar a transmitir lo que este deporte, el baloncesto, genera en mi corazón: ilusiones, miedos, deseos, ambición, precisión, amistad, derrotas, victorias, entrenamiento, esfuerzo, premio.

Siempre, ante la hoja en blanco, se manifiesta el inevitable temor de elaborar un relato que no compense el minuto y medio que podáis dedicar a su lectura, ese que os agradezco de la manera más sincera que puedo, es decir, sin palabras. Gracias a todos los que os habéis dejado caer por estas líneas. Sí, incluso a esos despistados que buscaron "individual" para hacer una reserva de habitación o "zona" para saber dónde se encuentran los bares de ambiente de una determinada ciudad. Con la intención es suficiente.

En breves horas millones de hogueras iluminarán esta noche mágica en la que, dicen, hemos de deshacernos de todos aquellos rescoldos del pasado que nos incomodan. Supongo que algunos posts merecerían quedar sepultados bajo el fuego y quedar reducidos a cenizas junto a los maderos. Aun así, prefiero quedármelos. Al fin y al cabo incluso las letras peor cocinadas guardan el sabor de lo que un día intenté transmitir a través de ellas.

En un preocupante ejercicio de narcisismo he estado revisando los que, para mí, son mis mejores creaciones. Me quedo con ésta, aunque muchas veces hayan tenido mejor acogida, entre vosotros, algunos retoños a los que creí marchitos antes de nacer. Es ese misterioso vínculo entre lo que imagina el relator y lo que después percibe el lector el que hace tan inocentemente perversa la escritura.

Finalmente he decidido que es mejor saltar el fuego a, simplemente, contemplar como arden los recuerdos. Hoy, tras un año, he comprendido que es el viaje, amigos, lo que mereció la pena. De los resultados, después de doce meses, ya ni me preocupo. Sigamos, pues, caminando e intentando no quemarnos.

UN ABRAZO AMIGOS Y MUCHAS GRACIAS POR ESTAR AHÍ DESPUÉS DE UN AÑO

Los Quince de Sergio



Vilnius a estribor. Londres, cerca y a la vez muy lejos. Cuenta atrás de setenta y un días para empezar a defender la corona continental y recuperarnos del duro golpe asestado por la Serbia de Teodosic.

Sergio ya tiene su lista. Con Ibaka y sin Vázquez. Sin Garbajosa ni Mumbrú. Con Sada y Xavi Rey. Vayamos por partes. Lo del congoleño es comprensible. Un intimidador de 2,09 es esencial para liberar de las tareas menos agradecidas a los Gasol. Su pasaporte preocupa a la Federación, pero no creo que sea necesaria una naturalización por decreto o "a la rusa" para que pueda jugar el Europeo sin grandes dificultades.

Lo de Vázquez mosquea. Lo de los problemas físicos me lo creo. Eso sí, nada que no se pueda curar en cuarenta días. ¿Querrá dar el salto a la NBA y tendrá pensado pasar el verano levantando pesas y entrenando aspectos defensivos? ¿Será verdad que sigue estando un poco apartado dentro del grupo? Nadie lo sabe, pero lo cierto es que con Ibaka su rol dentro del equipo está más que cubierto.

No así el de cuatro tirador o cuatro abierto. Que a Garbajosa ya se le había agotado el tiempo era un secreto a voces. Sin embargo, ese puesto tan específico y casi imprescindible del baloncesto actual no ha quedado bien resuelto con la exclusión de Mirotic y las dudas que presenta un caso como el de Claver al que Pesic siempre ha utilizado como tres.

La marcha de Mumbrú y la presencia del propio Víctor y de Suárez nos siguen dejando un nombre en el aire, el de Carlos Jiménez, el siempre infravalorado capitán que nunca dejó de defender, colocar buenos bloqueos, coger rebotes y anotar tiros decisivos. Le seguiremos echando de menos. De entre estos dos, San Emeterio y Rafa Martínez caerá un descarte (si no dos). Se admiten apuestas.

Se rumorea que el equipo podría estar conformado por tres bases más Sergio Llul para evitar posibles contingencias como la acaecida durante el verano anterior con la rotura muscular de Calderón. Eso haría que los descartes apuntaran más hacia el puesto de alero antes mencionado que podría quedar ocasionalmente cubierto con un Rudy al que Scariolo ha empleado en más de un partido como tres. De sólo llevar dos bases creo que los elegidos serían Ricky y Calderón. El primero porque es el sello de un proyecto más a largo plazo, lo que le permite tener temporadas grises tirando a negras como esta pasada. El extremeño, por su parte, es un seguro de vida y ha realizado una temporada bastante digna en la NBA.

En conjunto, un equipazo. Ahora sólo queda que pasen estos días y que la ambición entre de nuevo por ese vestuario en el que las nuevas caras deberán ganarse el puesto ante los incombustibles Felipe, Navarro y Gasol, ésos de la Generación del 80 que actuarán como veteranos de guerra ante los más noveles cadetes para intentar inculcarles el secreto que hay detrás de todos los éxitos con los que nos han obsequiado durante la pasada década.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Junio en Salamanca



Se aproxima el solsticio de verano. Las piscinas ya han abierto sus puertas y los colegios cuentan los días para cerrar las suyas. El sol ocupa la posición más vertical en su ficticio paso por la esfera celeste y, como prácticamente todos los junios de los últimos años (cuatro de seis), el Bambú Legends de Cabrerizos se ha ganado su plaza para disputar la final del Trofeo Diputación de Salamanca.

Han sido tres meses de partidos por toda la provincia, una terapia de recuperación tras perder una final de Liga que tocamos con las manos, una buena manera de seguir conociéndonos los unos a los otros hasta saber no sólo cuáles son nuestras mejores posiciones de tiro, sino sobre todo para reconocer quién necesita apoyo, comprensión, una simple palmada. Ya sabéis. Trabajo en equipo.

El próximo 26 de junio trataremos de revalidar el título. La misión se presenta harto complicada ante el auténtico equipazo que han formado los chicos de Pelabravo con alguno de los mejores jugadores que han pisado nunca una pista de baloncesto en Salamanca. Son altos, son fuertes, son inteligentes y juegan muy bien.

Pero no se trata de una rendición anticipada. Ni mucho menos. Les pasamos, eso sí, el cartel de favoritos que, supongo, aceptarán con mucho gusto. En las casas de apuestas británicas nuestra eventual victoria rinde importantes réditos, pero aun así queremos conseguir el cuarto Trofeo Diputación de la historia del club y estamos dispuestos a dejar todo lo que sea necesario sobre la cancha. Ya saben, Churchill y todo eso. O Luis Aragonés (no, lo del sexador de pollos no, lo otro, ganar, ganar, ganar y volver a ganar jeje).

Os invito a compartir con nosotros el sueño que supondría poder derrotar al verdadero Dream Team del baloncesto en Salamanca. En fin, tirad de Biblia, de tópicos, de típicas luchas entre pequeños contra gigantes y podréis reconocer la verdadera dimensión de esta misión.

Pero no lo olvidéis. No siempre ganan los que tienen que ganar. Es junio en Salamanca. Y somos los Legends.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Verde oscuro, casi negro



Trescientos sesenta y cinco largos días. Algunos de sol, otros de escarcha. No me engañaban quienes a modo de consuelo me dijeron, el pasado 17 de junio de 2010, aquello de "la vida sigue".

Pero sin pretender parecer osado, en el corazón de un céltico sístole y diástole no siempre se alternan en simétrica armonía. No siempre detrás del hoy viene el mañana.

El seguidor de los Celtics es paradójico en esencia. Nostálgico y optimista, prudente y osado, orgulloso y eternamente insatisfecho. Capaz de hablar de Russell, Cousy, Auerbach, Havlicek, Cowens, Bird, McHale, Pierce o Garnett como si se tratasen de las deidades de una nueva religión politeísta en la que también existen los demonios. Joe Crawford, Dan Crawford y Scott Foster, pasaron a integrar esa lista negra, que nadie reconoce pero que existe. Castigaron a chicotazos los contactos en el poste bajo de unos inferiores Wallace o Davis y de un Garnett muy mermado. Sin embargo, se abstuvieron a la hora de castigar el uso pervertido de manos en la persecución de Fisher a Allen o de Artest a Pierce.

Amantes del "si" condicional, algunos aficionados de la franquicia de Boston aún creen que si Len Bias no hubiera fallecido por la brutal sobredosis de narcóticos ya tendríamos veinte banners colgando del pabellón. A otros nos basta con imaginar el séptimo partido de las pasadas finales con Perkins para saber que tendríamos dieciocho.

Las lágrimas que se derramaron hace justo un año en el vestuario visitante del Staples Center de Los Ángeles simbolizaban no sólo el ya de por sí amargo sabor de la derrota. Cuando juegas en los Celtics lo haces por todos los mitos muertos y vivos que rozaron sus zapatillas contra el brillo matizado del parqué del Garden. Cuando te enfundas la camiseta verde escuchas el inconfundible ruido de esas máquinas al frente de unos vagones que, cargados de toneladas de hierro y acero, navegaban por las vías que pasaban junto al viejo pabellón. Cuando juegas al baloncesto en Boston comprendes, al final, la pasión que envuelve a cada una de esas diez letras.

Termina ya esta travesía de trescientos sesenta y cinco días, este pasaje por recuerdos hirientes y esperanzas que no se cumplen. Defraudaron los O´Neal con un Big Three cansado y con un Rondo vestido de traje que ha de recuperar el mono de trabajo si quiere que olvidemos este año y que podamos volver a presumir, orgullosos, de nuevos triunfos. Queda atrás ya este periplo en el que el verde normalmente reluciente de los Celtics se tornó en un verde oscuro, muy oscuro. Casi negro.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Esperando a Sandra




Diferente guión, mismo desenlace. Un nudo tortuoso y enrevesado para un anodino, por repetido, final. Nuevo título de ACB para el Regal Barcelona. Merecido y luchado. Por desgracia, previsto.

Cuando me senté a las nueve menos cuarto delante del televisor tenía, supongo que al igual que la mayor parte de vosotros, una idea bastante clara de lo que podría ocurrir en la siguiente hora y media de retransmisión.

Disfruté, no lo niego, con la exhibición física de Sada, con el uso de los bloqueos indirectos por parte de Navarro, por el descaro de N´Dong, el talento de Anderson, la pizarra de Pascual y tantos otros pequeños detalles que nos dejó el último partido de la final de la que, dicen, es la segunda mejor liga del mundo.

Sin embargo, no dejé de preguntarme por qué lado de la pantalla aparecerían Sandra Bullock, Julia Roberts, Hugh Grant o cualquier otro miembro de ese destacado elenco de actores encasillado en el género de la comedia romántica (con pequeñas excepciones). Y es que el argumento, cuando juegas contra un rodillo como el blaugrana, viene a ser repetitivo. Si el partido se tuerce con un 19-12 en tu contra al final del primer cuarto lo arreglas con un parcial al inicio del segundo de 7-0. Si eres incapaz de irte en el marcador aprietas tuercas en defensa, subes el grado de concentración en el rebote, sigues confiando en Navarro a pesar de sus fallos y cuando te quieres dar cuenta ya te has ido en el marcador, faltan unos segundos y tienes al rival besándote los pies en inequívoca señal de pleitesía.

De la liga ACB y del espacio sideral que la separa a nivel de espectáculo y organización respecto a la NBA ya hablaré en otro post porque hay materia más que de sobra para incitar a la reflexión a nuestros directivos. Quizá, también en el deporte y no sólo a la hora de rescatar las asfixiadas cuentas bancarias de determinados países, debamos ser Europa. Todo ello en un afán de generar un espectáculo que esté a la altura del entusiasmo demostrado por la afición de Bilbao. Todo ello porque salgan de detrás de los ladrillos todos esos capitales sumergidos en la burbuja para que inviertan en nuestro deporte. Si no, el éxodo masivo de estrellas seguirá siendo imparable. Quizá tenga que ser así, no sé. Ya me diréis.

Hicieron falta treinta y cuatro jornadas y ocho partidos de playoff para que, tras algunos sucesos disparatados y algunas chinas en el camino, el Barcelona acabara por cumplir con el guión que hasta el más ingenuo espectador hubiera diseñado al principio de la temporada. Sandra besó a Hugh y fueron felices. Por suerte o por desgracia todas las películas se acaban ahí. Siempre nos quedamos con la duda de cuándo se sucederá el divorcio. En el caso de este Barcelona, la fecha parece estar muy lejana. Sobre todo si sigue Creus al mando.

UN ABRAZO A TODOS Y ENHORABUENA AL REGAL BARCELONA POR UN NUEVO TÍTULO DE ACB

Anillo con sabor a college




Se acaba el partido. Dirk Nowitzki derrama lágrimas en la soledad del banquillo tras comprobar que todas las horas de entrenamiento cobraban finalmente sentido. Jason Kidd repasa mentalmente en la cancha, sí, pero aislado del mundo, toda su carrera deportiva. Es el único momento en que los jugadores de Dallas se mueven por separado. Hasta entonces, durante los ochenta y dos partidos de liga regular y los veintidós de playoffs demostraron ser el mejor equipo gracias a una actuación coral de todos los jugadores, técnicos, directiva, empleados y propietario.

Fortaleza mental, diferentes recursos tácticos en defensa, rotaciones largas, confianza en todos los jugadores. Entrenador de escuela céltica. Sabor a college. Olor a habitación de hermandad.

Dos bases sobre la cancha, "small ball", zonas, el sexto hombre como as en la manga, cambios defensivos, jugadas para lanzamiento exterior, dominio del bloqueo directo, triple poste para que Marion juegue al poste bajo. Arsenal táctico.

Suma de experiencia y deseo. Derrotas dolorosas que contribuyen a entrenar más duro y a querer ganar con más fuerza. Apuestas en contra. Puede que pierdan contra Blazers. Los Lakers les barren. Cuidado con Oklahoma. El Big Three es demasiado, gana Miami.

Nombres propios. Y es que incluso dentro de los mejores equipos universitarios de la historia se reconocen figuras especiales: Lew Alcindor (kareem) y Bill Walton en los equipos de UCLA de finales de los 60 y principios de los 70, Magic Johnson en Michigan State 1979, James Worthy y Michael Jordan en la North Carolina de 1982. Nowitzki decidió un par de partidos sobre la bocina, Terry dinamitó los dos últimos partidos. Pero ellos bien lo saben, es labor de equipo, de todos y cada uno. De defensa más que de ataque.

Quién podría olvidar a Barea y su juego de época, a Stevenson y su efectividad desde el triple, el saber hacer de Kidd en ataque y defensa, el juego por toda la cancha de Marion, la intensidad de Cardinal, los buenos minutos de Mahini con un Haywood lesionado, la intimidación, rebote y lucha de Chandler, la amenaza que supone para la defensa rival la presencia de Stojakovic o la pasión que seguro que pone en los entrenamientos Corey Brewer. Todo ello con un Caron Butler lesionado que sólo podría haber sumado en caso de haber estado disponible. Y hay que destacar el apoyo incondicional de un Marc Cuban que encarna lo mejor (también lo peor pero hoy no es el momento) de la esencia tejana. En cuanto a Rick Carslile, ya le dedicaré un post.

Lo repito. Ganó el baloncesto en su versión más pura y virginal. Venció el olor a toallas sudadas colgadas de las espalderas del gimnasio, la confianza incondicional en el compañero, la renuncia sobre el ego. El trabajo callado.

UN ABRAZO Y FELICIDADES A DALLAS MAVERICKS, JUSTO VENCEDOR DE LA NBA

¿Cuál es tu lugar?




Nos despistas. No sabemos si buscas un lugar en la historia o si el destino ya ha decidido ese lugar por ti. Quizá tu monárquico apodo no sea el mejor en un país que nació republicano y que haría pasear por el corredor de la muerte a cualquier osado rey que quisiera acabar con su sistema de pesos y contrapesos, con la separación de poderes por la que tanta sangre derramaron ante los partidarios de la corona británica.

De hecho, apareces como uno de los cinco deportistas más odiados del país. Te acusaron de traidor por abandonar tu tierra y, sobre todo, por hacerlo público de aquella manera tan vergonzante en horario de máxima audiencia y en un programa titulado como "la Decisión". Enarbolas, puede que de manera natural, la bandera de la prepotencia cada vez que con gesto arrogante diriges la mirada a tus rivales.

Me temo que no, que no tiene nada que ver con tu apodo. ¿O sí? Quizá Jordan debió ser el último portador de un "nickname" real. A su majestad el aire no se le quemaron las alas por volar tan alto. Él nunca abandonó la "Ciudad del Viento", quizá porque se sabía hijo de aquel elemento.

En un deporte en el que hay especialistas en dar asistencias (bases) y soldados encomendados a la labor reboteadora (pívots), tú eres la definición perfecta de un All Around Player aportando en todas las facetas, un Óscar Robertson del siglo XXI que, en una época en la que los entrenamientos y la nutrición no pueden estar mejor planificados, sigue imponiendo su superioridad física en los 29x15 de la cancha de baloncesto.

Tus triples dobles quedan multiplicados por cero con tus actuaciones en los últimos cuartos. Cleveland se siente menos huérfana cuando observa cómo, también los aficionados de los Heat, experimentan ese mismo sentimiento de pérdida cuando desapareces en los momentos decisivos del partido delegando tu responsabilidad de anotar en Haslem, Mike Miller o Mario Chalmers.

Si quieres pasar a la historia te diré lo que hubieran hecho Magic o Jordan defendidos por Kidd. Lo habrían llevado al poste bajo y el primero con su gancho y el segundo con su suspensión a la media vuelta habrían hecho sangre de ese "missmatch" hasta que la zona de Dallas hubiera parecido la propia Guadalcanal. Y sí, doblarían los balones cuando les hicieran un tres contra uno, pero para ello es necesario atemorizar antes al entrenador rival con tu capacidad para anotar en el último cuarto. Carslile, te lo aseguro, está durmiendo a pierna suelta.

Tienes dos partidos King James. No para hacer dos triples dobles de cara a la galería y para hinchar tus gloriosas estadísticas. Se trata de hacer a tu equipo ganar un anillo. Eso es la gloria. Lo otro, mera vanidad.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

También es talento




Final del partido. Anota Nowitzki, esta vez por su derecha aprovechando un mal pivote defensivo de Udonis Haslem (adelantó su pie izquierdo perdiendo tiempo para arrancar) con su innato talento para reconocer un hecho tan sutil. Gana Dallas. 2-2.

Estuvo genial Wade, modesto Lebron, sorprendente Bosh hasta que llegó el último cuarto y desapareció no sólo por iniciativa propia, sino también, y sobretodo, porque se dejaron de marcar sistemas para él. Irrumpió Terry, más maquillaje que sustancia. Ganó el baloncesto. ¿Por qué?

Porque ganaron los secundarios, las rotaciones defensivas, el pase extra, el bloqueo bien hecho, el cierre del rebote, la pugna y la fe.

El alemán tenía fiebre. Por eso, al terminar su recital del último cuarto se fue directo al vestuario a poner paños calientes sobre su frente. Doris Burke, reportera de la ABC, no sabía a quién elegir para su entrevista. Debía pertenecer al equipo ganador. ¿Jason Kidd? Uff, se pasó todo el primer cuarto regalando balones como un colegial, aunque luego diera un recital de cómo defender sin dar un paso de más. ¿Jason Terry? No, que lo mismo empieza a chulear delante de la cámara ¿Deshawn Stevenson? También se lo hubiera merecido. Se quedó con Chandler. Sí, el número dos del draft de Gasol, esa mole de 2,16 que Michael Jordan estuvo tanteando para sus Wizards para luego terminar eligiendo a Kwame Brown, un clásico de la lista de inactivos.

Tyson Chandler salió muy reforzado tanto de su paso por Nueva Orleans como de la consecución del mundial el pasado verano. Su autoestima se ha recuperado y ha logrado alejarse, al fin, de los problemas físicos. Se ha convertido en un guerrero. Y no de terracota.

Grandes dinastías se alimentaron de jugadores de este estilo, de especialistas defensivos y grandes reboteadores. Como bien habréis supuesto estoy pensando en Rodman, inferior en físico, pero superior en deseo e intuición. Y no me parece justo olvidarme de Ben Wallace, de Kendrick Perkins de Malik Rose ("ganarás el pan con el sudor de tu frente"). Y si hablamos de secundarios en un concepto más amplio no puedo dejar sin citar a los JoJo White, Don Nelson o Paul Silas que complementaron, en los albores de la franquicia, a los Bill Russell, John Havlicek o Bob Cousy para conseguir aquellos nueve anillos consecutivos de los Boston Celtics entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta.

También los angelinos podéis presumir de una larga lista de "accesorios"de lujo. Basta acudir a la historia para preguntarse qué habría sido de vosotros si al lado de los Magic, Worthy o Kareem no hubiera jugado un tal Michael Cooper, si arropando a O´Neal o Kobe no hubiera estado un siempre oportuno Robert Horry o si Pau hubiera sacado balones al triple y no los hubiera lanzado Derek Fisher.

Se trata, en definitiva, de reconocer el mérito a quienes con su esfuerzo y dedicación se lo han ganado. A quienes la naturaleza no les otorgó la capacidad para lanzar una suspensión mágica o hacer un crossover demoledor. Va por ellos, para quienes entendieron que el talento también es rutina, es trabajo.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

En guard



Espada ropera en mano, pañuelo en vez de sombrero, camisa azul sin cuello, tez morena. No gascón, balear. Servidor fiel del rey Juan Carlos. Maneja diestra y siniestra con potencia y habilidad. Se mira al espejo, se mide en duelo consigo mismo. Duda. Vacila por un momento. Sigue caminando. París le espera. Roma ya es pasado.

Ya no hay rey en Francia y van por la quinta república. No hay decreto que prohíba los duelos. Ni siquiera se contemplan. Las damas ya no son damas y de los caballeros, de los caballeros mejor ni hablar.

Camina cabizbajo. Sus ataques han perdido velocidad. Sus rivales ya no le temen. Prefiere mantenerse en guardia esperando recuperar aquel halo de imbatibilidad que le hacía temible. Duda de nuevo. A lo lejos ya se divisa esa masa verde a la que llaman Bosque de Bolonia. Está a tiempo de regresar a su isla. No lo hace.

Le esperan. No en los callejones de la vieja Lutecia en medio de la oscuridad. Tampoco en la arena del anfiteatro delante del César. Los duelos, en el siglo XXI, se disputan sobre arcilla, se ven en todo el mundo y los gana un español empuñando una raqueta lionesa forjada entre el Ródano y el Saona.

Rafael Nadal Parera enarbola todos esos valores que los padres pretenden inculcar a sus hijos antes de tirar la toalla y darse por vencidos. Es perseverante, humilde, agradecido, sufridor, sencillo,... Y humano. Sus dudas tras caer derrotado ante Djokovic en Madrid y Roma le acercaron a nuestra carnal existencia, le hicieron uno de los nuestros. De esa manera consiguió que valorásemos con mayor justicia las jornadas de trabajo que hay detrás del espectáculo televisado.

Con 25 años ha alcanzado los seis Roland Garros de Borg. Lo ha hecho, al igual que el sueco, con un estilo personal, diferente y controvertido, manejando con precisión su derecha (izquierda) liftada y maniatando a sus rivales con esa fortaleza mental labrada desde niño.

Jugó peor que nunca y ganó igual que siempre. Ahora sólo hace falta que Dumas (padre) resucite y deje constancia de la hazaña de este intrépido balear que venció derrotando a su más fiero enemigo. Él mismo. En guard!

UN ABRAZO Y ¡VAMOS RAFA!

Cómo hemos cambiado



El Masnou, 1848. Un pescador otea el horizonte como viene haciendo durante los últimos veinticinco años cada mañana antes de iniciar la faena con la intención de saber cómo de bravía está la mar. Sin embargo, un ruido desconocido cautiva su atención. Gira sobre sí mismo y dirige su mirada hacia el interior, hacia los campos de cultivo y las laderas tapizadas por encinas y alcornoques. Ve una máquina humeante dirigirse a una velocidad inusitada en dirección a la frontera. El ferrocarril había llegado a España y en 58 minutos recorrería la distancia comprendida entre Barcelona y Mataró. No paraba en El Masnou, de hecho muy pocos conocían aquel pueblo.

El Masnou, 2011. Los hoteles están repletos durante cuatro meses al año y, en temporada baja, los turistas de la tercera edad aprovechan cualquier ventana de buen tiempo para exponer sus lechosos cuerpos al sol. Muchos campos de cultivo fueron abandonados tras la llegada de esas máquinas de vapor que favorecieron la implantación de una potente industria textil en la comarca. Ahora la pesca es un deporte y se hace por la noche cuando el bullicio abandona las playas para invadir los locales de fiesta. Nadie se detiene a mirar el horizonte porque se vive demasiado deprisa.

Miento. Hay un joven llamado Ricard sentado sobre los granitos desgastados y pulidos por el fiero oleaje de una costa conocida, no por nada, como brava. Él, al igual que el pescador, también tiene la vista perdida. Escucha de fondo ese cercanías que ahora sí hace parada en el Masnou y que habitualmente toma para dirigirse a la capital. No lo cogerá más. Tiene otras metas.

El futuro de ese chico de 20 años (no lo olvidemos) se presenta inquietante. Vivirá a más de mil quinientos kilómetros del Atlántico y a dos mil cuatrocientos del Pacífico. Tendrá que conformarse con el Mississippi y con la gran cantidad de lagos que jalonan la región que le acogerá toda vez abandone el pueblo. Los días de invierno en el Maresme le parecerán el paraíso cuando, pisando sobre dos metros de nieve, compruebe que el mercurio se ha congelado.

El cartel de "bienvenidos a Minnesota" le parecerá fina ironía. Pero no se trata de hacer amigos ni de convertirse en un ciudadano ejemplar. Ni siquiera es necesario sacar el perro de la vecina o tener huevos y aceite por si a alguien le hacen falta para hacer una tortilla. Se trata de jugar al baloncesto y la oferta de los Timberwolves ofrece motivos para soñar.

Kevin Love es el principal jugador de la franquicia, un reboteador insaciable, pero no una figura sobre la que construir tan siquiera una canoa. Michael Beasley es un anotador compulsivo como bien demostró en sus tiempos en Kansas State antes de llegar a Miami y decepcionar a todo el mundo por su indisciplina y su falta de cerebro. Wesley Johnson se dispone a afrontar su segunda temporada y, aunque ha dejado muestras de brillantez, tampoco parece que pueda ser una estrella de la liga. Del resto se puede destacar el estilismo de Wayne Ellington, escolta tirador de la escuela de North Carolina, el extraño caso de Darko Milicic, número dos de uno de los mejores drafts de la historia o la presencia de un siempre voluntarioso Anthony Randolph.

En cuanto a la competencia para el puesto de base se puede decir que es casi inexistente. Johnny Flynn (elegido en el número 6, una posición por detrás de Ricky, en previsión de que el catalán no diera el salto inmediato a la NBA) ha demostrado ser incapaz de liderar a un equipo y Luke Ridnour puede ser un buen cicerone y base reserva, pero no será, en caso alguno, un verdadero rival para la titularidad.

La suma de todos los elementos y, especialmente, su juventud nos permiten ser optimistas. Los Timberwolves pueden ser los próximos Grizzlies o Thunder, sobre todo si no malgastan la segunda elección del próximo draft (aunque se prevé uno de los peores de la historia).

El genio de El Masnou está preparado. Han sido dos años muy duros, pero tarde o temprano el aprendizaje acabará dando sus frutos siempre que, eso sí, Ricky se acostumbre vivir sin el sonido de aquel cercanías mientras recorre en avión, de costa a costa, los Estados Unidos de América del Norte.

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Hohëpunkt



La confianza o seguridad en uno mismo es un valor en alza en una sociedad, la del mundo occidental de principios de milenio, extremadamente competitiva. Algunos practican, entrenan y ensayan rutinas para sentirse infalibles, indestructibles. De esta manera creen estar preparados para no sucumbir al desaliento pudiendo convivir, sin morir de dolor, con las miserias e injusticias que nos rodean.

Sin embargo, para una máquina de la más perfecta y pura tecnología alemana todas estas enseñanzas sobran. A Dirk no le hace falta preguntar a Becquer qué es la poesía. Le basta mirarse al espejo mientras lanza los seiscientos gramos de masa y setenta y cinco centímetros cúbicos de volumen marca Spalding dejando el brazo derecho estirado con los dedos indicando no a América, sino a su destino. La red. La gloria.

Quizá sea un narcisista, un Dorian Gray del siglo XXI sacando el máximo jugo a su juventud y a su talento antes de que los años caigan sobre él, porque en eso es como el resto, convirtiéndolo en una imagen deformada de lo que un día fue. Pero Dirk no actúa movido sólo por ese enorme ego, coraza imprescindible para sobrevivir en el circo mediático de la NBA, sino sobre todo por su gran amor, el baloncesto, ese deporte al que tanto le ha dado y que le ha devuelto mucha mayor fidelidad y sinceridad de la que pudieron obsequiarle, en el pasado, sus novias o amantes.

Tecleo estos caracteres mientras observo la televisión apagada del salón de mi casa. La prefiero en negro porque no quiero que ninguna otra imagen perturbe y distorsione los recuerdos y emociones que ha despertado en mí la visualización del segundo partido de las finales de la NBA. Wade y Lebron castigaron con vehemencia el aro de los Mavericks, pero no completaron su labor. Dejaron la tarea inacabada, festejaron antes de tiempo, fueron precoces en un deporte que también en eso se parece al amor y al sexo. Hay que llegar puntuales.

Y ella se dejó mimar, navegó por sus dedos sintiéndose arrastrada por una suave pero constante brisa. Gozó y se dejó llevar y cuando se despidió de la mano izquierda de su amante alemán con camino al tablero esquivó graciosa el intento de rapto de un Udonis Haslem indigno de romper ese momento que Nowitzki, en su afán por alcanzar la excelencia, quiso compartir con todos nosotros. El rey sabe esperar y es generoso. Por eso, ayer, Wade y Lebron parecieron simples cortesanos.

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Queda derogada la Ley de O´Neal



Escuchar a los Beatles o degustar las letras de sus principales temas, es siempre una sabia manera de llamar a la diosa inspiración, de rescatarla de ese abismo adimensional en el que a veces parece sumida. Máxime cuando hoy toca hablar de un mito de calibre sólo comparable al de la propia banda de Liverpool.


"Tú dices adiós y yo digo hola, hola, hola. No sé por qué dices adiós. Yo digo hola. (...) Tú dices por qué y yo te digo que no lo sé". Hello Goodbye de los Beatles resume en breves palabras el intenso diálogo que ha debido mantener en los últimos años Shaquille con los propios dioses de este deporte. Probablemente, a O´Neal se le aparecieran habitualmente en sueños los Jordan, Barkley, Chamberlain u Olajuwon, personajes que alargaron innecesariamente sus carreras disputando temporadas mediocres muy alejadas de su verdadero nivel. Las lesiones se suceden, se reproducen, se compensan y aparecen en otras partes del cuerpo. Es mejor despedirse a tiempo, pero qué quieren que les diga. Decir adiós siempre ha sido duro. Yo les entiendo.Por eso siguieron diciendo "hola".

Puede que O´Neal haya prolongado en exceso la agonía haciendo que muchos jóvenes lo identifiquen con un jugador sobrevalorado por nostálgicos y trasnochados veinteañeros que crecieron (crecimos) bajo la alargada sombra del Big Cactus (se hizo llamar así en su paso por Phoenix). Por suerte, ahora, los registros gráficos dan muestra, en diferentes formatos, del impacto que tuvo Diesel en la liga tras ser número 1 del Draft en 1992 tras haber sembrado el terror en la liga universitaria (como muestra los 17 tapones que puso en un partido). Cuando Jordan dejó el baloncesto en el verano de 1993 sólo Twister pudo llenar el vacío sobre todo cuando formó junto a Penny Hardaway una de las parejas más espectaculares de la liga. Fue entonces cuando en España se empezaron a ver sudaderas de los Magic, una franquicia nacida en 1989 y que pronto, en la 94-95, disputaría su primera final de la NBA. Los de Orlando fueron barridos y Shaq recibió una lección del bailarín de claquet del Cotton Club, Hakeem Olajuwon.


Del número 32 de los Magic al 34 de los Lakers, la franquicia en la que realmente se convirtió en leyenda especialmente a partir de la llegada de Phil Jackson con quien siempre mantuvo una relación excepcional. En Los Ángeles empezó a aplicar su ley de forma tiránica aprovechando, todo hay que decirlo, un período en el que los grandes pívots de los noventa (Olajuwon, Ewing, Robinson o Mourning) daban sus últimos coletazos ya fuera por edad o por lesiones graves e inoportunas (como la afección cardíaca del último de la lista).

Shaq no hubiera logrado nada sin la ayuda de sus compañeros y entrenadores. El Padrino, como fue bautizado por su manera de dominar la competición sin que nada pareciera escapar de su control, se puso ciego a títulos sí, pero lo hizo "con un poco de ayuda de sus amigos". De Kobe o Wade, (dos escoltas que pasarán a la historia) de Phil y Pat (dos de los cinco mejores entrenadores de siempre). Se supo rodear de gente fiel y lo pasó mal cuando le traicionaron. Y es que si algo caracterizó a Shaq durante sus 19 años de carrera no fue sólo su poderío bajo los tableros, sino sobre todo el gran corazón que demostró tener dentro y fuera de la cancha. Los All Star Games no serán lo mismo sin él. No habrá un showman de sus características aunque Howard lo intente con todas sus fuerzas.

Se declara, por tanto, derogada para siempre la ley de O´Neal. Ya saben, esa que decía "hago lo que quiero, cuando quiero y lo que me da la gana". Algunos respirarán tranquilos al no tener que cruzárselo en la zona. Sólo espero y deseo que al menos en dos pabellones cuelgue del techo la camiseta de este genio que tuvo la suerte o la desgracia de vivir dentro de un cuerpo de 2,16 y casi una tonelada de peso. 



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