Once Brothers (Hermanos y Enemigos)





Supongo que cuando Digital Plus le compró los derechos de emisión de este vídeo documental a la ESPN sabía lo que se traía entre manos. Los norteamericanos saben cómo hacer estas cosas y los del Plus tienen buen gusto a la hora de elegir en qué destinar su presupuesto.

Poco más se puede escribir, narrar o filmar sobre un conflicto como el de la Antigua Yugoslavia que supuso no sólo la fragmentación de la vieja federación, sino sobre todo el cainismo entre diferentes pueblos o naciones que hasta principios de los 90 habían convivido mal o peor que mal, pero convivido al fin y al cabo, bajo el yugo socialista y a las órdenes de diferentes tiranos a cada cual más abominable.

Sin embargo, conocer cómo se vivió aquel conflicto en el seno de una selección llamada a competir con el mismísimo y original Dream Team pone la carne de gallina y da que pensar.

Vlade Divac y Drazen Petrovic deslumbraban en el baloncesto europeo durante el último lustro de la década de los ochenta. Divac, un bailarín algo descoordinado y con gran talento para el pase y Drazen, un anotador al límite de lo patológico, fueron los líderes de una selección yugoslava que ganó con facilidad el Europeo de 1989 y el Mundial de 1990 practicando un baloncesto muy atractivo.

Pero lo que el baloncesto unió el hombre lo separó de la manera más brutal que conoce, la guerra. Croacia declaró su independencia, pero Yugoslavia no cedería tan fácilmente el control sobre una de las repúblicas más atractivas de los Balcanes. Y Divac, un inocente chaval de 22 años cometería un error que Petrovic nunca le perdonaría.

Celebrando la victoria sobre la Unión Soviética en la final del Mundial de 1990 y ante la irrupción en el campo de un nacionalista croata que portaba la bandera de esta república, Divac se dirigió a él y le arrebató la enseña porque entendía que no debía formar parte de aquella fiesta que era la fiesta del baloncesto yugoslavo, el triunfo de un estilo y de una forma de entender el baloncesto muy particular.

Ese gesto no caería en saco roto como pensaba que sucedería el bueno de Vlade. Ya nada volvió a ser lo mismo en la otrora fecunda relación que mantenía con Drazen desde que llegaran a la NBA en el mismo año.Se acabaron las conversaciones telefónicas en las que el croata le contaba al serbio lo triste que se sentía siendo infravalorado por Rick Adelman en Portland. No más confidencias.

Lo mismo sucedió con Radja o con Kukoc. Divac era persona non grata en el país croata y tardaría 20 años en poder redimirse de aquello con su visita a Zagreb y a la casa de la madre del gran Petrovic. Sabían que no tenía la culpa, pero no querían hablar con él.

En pleno conflicto y de forma inesperada justo cuando atravesaba su mejor momento en la NBA con actuaciones espectaculares ante los más grandes de la liga, Drazen Petrovic fallecía mientras regresaba a Zagreb dormido en el asiento del copiloto mientras su novia conducía.

Ni las flores entregadas a su madre, ni el abrazo sincero de Aleksander Petrovic (hermano de Drazen), ni siquiera el beso en la foto de Drazen sobre su tumba podrán eliminar ese mal sabor de boca que acompañará a Divac durante toda su vida por no haberse podido sentar a hablar tranquilamente con su viejo hermano y enemigo. Nunca pudo decirle a la cara que los vínculos que un día les unieron eran más fuertes que las divisiones que generaron aquellos políticos que, vestidos con traje y corbata y desde lo alto de un edificio de lujo, veían a sus pueblos combatir en el frente o huir de sus casas.

La amistad hubo de estar por encima de la política. El baloncesto debería haber sido un nexo de unión mucho más firme. Quizá ese gen competitivo les impidió ceder y darse un abrazo. Lo cuenta Divac y merece la pena verlo.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

4 comentarios:

Explorador dijo...

Leí hace unos días un artículo en El País, ya había oído hablar de él (aunque no sabía que Petrovic no conducía) tiene pinta de ser amargo y muy real, fuera de tantas mentiras resplandecientes como hay en el deporte. No conocía la anécdota, tremendo pensar como hay gestos que apenas sin pensar pueden marcar tanto en una vida...y a veces, incluso, no poder solucionarse. Supongo que ambos eran demasiado jóvenes.

Estupenda entrada, recomendación, reflexión. Un abrazo :)

Campeadora dijo...

Que capacidad tienes, campeón!, tratas los temas, con una contundencia y acierto, que parece que hubieses estado allí, y no medias ni dos palmos.
Un buen ejemplo de lo que pueden generar los conflictos, el amor pasional a las banderas,... Si, supongo que eran demasiado jóvenes, o quizá el éxito cegaba otros valores. No recuerdo a Divac, pero no tengo un recuerdo muy simpático de Drazen.
Con respecto a su muerte, fue una época mala, se perdieron, otros dos "grandes" en accidente, Goborov y F.Martín.
Un abrazo

J&J NBA dijo...

Tiene que gozar muchisimo...
sabes donde conseguir este documetnal gratis?

Genial la entrada, como siempre, un abrazo jugon

Tòfol Ferriol dijo...

Tema complicado de tratar!
La política está demasiado mezclada con el deporte, y es una lastima. Seguramente el gesto de Divac no fuera nada del otro mundo, pero si que fue malinterpretado, y con es fue suficiente, para que la politica tuviese mas poder que el baloncesto.
Es un ejemplo del poder que deberia tener el baloncesto i no tiene.
un abrazo

Publicar un comentario