No defraudó. El clásico entre los clásicos de la NBA finalizó dejando sensaciones contrapuestas según el cristal desde el que se observe. Resultó ser un partido mucho más dinámico de lo que se esperaba (o al menos yo) en el que el buen juego destacó sobre los piques y en el que las defensas no estuvieron especialmente brillantes como se puede leer en el resultado final.
Particularmente durante tres cuartos, Celtics y Lakers demostraron por qué son dos de los mejores equipos del momento. Buenas circulaciones de balón, diferente arsenal ofensivo y buenas rotaciones defensivas se sucedían mientras el marcador iba y venía situando a unos y a otros con una ventaja nunca superior a los seis o siete puntos.
Sin embargo, tras lo anunciado en el tercer cuarto, el último asalto de doce minutos conduciría a un resultado final abultado y, en mi opinión, merecido. No fue culpa de un bajón físico o de una desproporción en los lanzamientos desde el tiro libre (precisamente las causas de la victoria angelina en las finales de 2010). Fue, en todo caso, un asunto de estilo y psicología de grupo.
Estando como estaban Pierce y Bryant enzarzados en un bonito duelo de anotación, con unos contra unos en ambos lados de la cancha, sólo el 24 de los Lakers entendió aquello como algo personal. El capitán de los Celtics pronto comprendió que el convertir el partido en un duelo particular con Kobe sería nefasto para los intereses del equipo. Al fin y al cabo el objetivo ya estaba conseguido. Phil Jackson había tenido que abandonar su plan inicial de defender a Rondo con Kobe por la necesidad de parar al "34" de los Celtics. Era el momento de ceder el protagonismo a su compañero Ray Allen para que ejecutara a los Lakers sin olvidarse, tampoco, de meter balones dentro para que tanto Garnett como Davis se encargaran de castigar a la defensa de brazos caídos de Odom, Gasol y Bynum.
Y no es por apuntarme tantos, que no me gusta, sino por reconocer el mérito de la estrategia ideada por Doc Rivers de cara al partido. Los Celtics suelen defender a los Lebrones, Wades, Carmelos y Bryants de turno procurando que jueguen solos, que no involucren a sus compañeros. Y es que defender a un jugador es más sencillo que defender a cinco y, además, el tener a cuatro jugadores mirando en ataque produce, en muchos casos, tener a cuatro jugadores mirando también en defensa.
Eso mismo sucedió a lo largo de todo el partido pero, especialmente, en un último cuarto en el que Kobe quiso hacerse el héroe y no pudo contra un arsenal ofensivo mucho más diverso y mucho mejor conjuntado.
Las estadísticas a veces hablan por sí solas. 34 asistencias contra 10, 43 rebotes contra 30, 60,3% en tiros de campo frente a 44,4%, seis jugadores por encima de los 10 puntos contra sólo cuatro (dos de ellos, Gasol y Bynum con 12 y 11). Así ganaron los Celtics y así lo piensan seguir haciendo siempre que las lesiones les respeten.
Habrá diferentes lecturas. Algún angelino optimista dirá que jugando tan mal estuvieron en el partido hasta cuando faltaban apenas cuatro minutos. Otros dirán que faltaba Matt Barnes. Algún céltico un tanto fanático recordará que era el cuarto partido de Perkins después de una lesión en el ligamento cruzado, que Pierce llegaba tocado de una rodilla y que faltaban Delonte West y Jermaine O´Neal para completar una rotación que asusta.
Lo cierto es que el partido fue muy bonito y que los verdaderos ganadores fuimos los aficionados, sobre todo los que, como yo, piensan en verde.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS