Amores de verano



¿Quién no se ha enamorado alguna vez en verano toda vez que los cuerpos cubiertos dejan paso a las pieles desnudas y las noches cerradas y frías se transforman, tras el solsticio, en el mejor momento del día? ¿Quién no intercambió besos y promesas de amor eterno sobre un pequeño cerro mientras las perseidas (o lágrimas de San Lorenzo) salpicaban el cielo de luz?


No es que me haya vuelto loco, no. Tampoco se trata de un ataque repentino de nostalgia o melancolía. Me refiero a que en este verano de 2010 además de tríos orgiásticos, como el reunido en Miami, también hay sentimientos de verdad. Los Boston Celtics se han quedado prendados de un joven mallorquín de 25 años que responde al nombre de Rodolfo Fernández, pero la boda, por el momento, tendrá que esperar.

Seguro que el más anciano aficionado de los Celtics estaría encantado viendo al mallorquín salir por el mítico túnel por el que han desfilado tantas figuras. Con 1,95, grandes fundamentos, tiro después de bote y tras salida de bloqueo y siendo de raza blanca tienes asegurado el favor de la grada de Boston. “Es uno de los nuestros” pensarían los duendes irlandeses (leprechauns) que habitan en el Garden.

Las negociaciones no están cerradas y el General Manager de los Celtics baraja otras opciones. El debate está abierto en el blog Celtics Nation (enlace en la columna de la derecha). Los nombres sobre la mesa: Eddie House, Delonte West y Rudy.

Eddie House es un auténtico microondas. En su anterior paso por los Celtics dejó grandes sensaciones con triples espectaculares, pero sobre todo, con su incansable apoyo desde el banquillo. Sin duda, un gran compañero, pero es momento para ganar anillos, no de hacer amigos. Además, a última hora se ha conocido que ha fichado con los Heat y se ha unido a la fiesta en el sur de Florida.

Delonte West se acostaba con la madre de Lebron. Eso le convertiría en principal favorito de la afición de Boston si no fuera por su anterior paso por la franquicia o su trastorno bipolar. El ex alumno de Saint Joseph´s presenta más interrogantes que respuestas.

El principal objeto de deseo de la afición, e intuyo que también de Doc Rivers y Danny Ainge, es nuestro compatriota. Sabe defender, sus manos rápidas y su basketball IQ le permiten robar muchos balones. Sabe crearse sus propios tiros y es un terror para los defensores rivales pues no para de circular a través de las pantallas para tirar después de bloqueo. Es un buen finalizador de contraataques y, sobre todas las cosas, le gusta ganar casi tanto como a aquel seguidor de los Celtics que besa más veces un viejo autógrafo de Red Auerbach que a su propia mujer.

Sin embargo, las noticias de última hora son desconcertantes. Los Celtics han fichado por un año al escolta Von Wafer. Los aficionados temen que esto signifique el fin del romance. Sería una lástima.

Desde aquí, envío mis mejores deseos para que la pareja Celtics-Rudy se convierta en realidad. No me importaría ser el Cyrano de Bergerac de turno si fuera necesario para hacer que triunfe este amor porque si esta relación llega a buen término recuperaré definitivamente la fe y el decimoctavo anillo estará mucho más cerca. Go Celtics!

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Hoosiers: Más que Ídolos




“En 49 estados es sólo baloncesto... pero esto es INDIANA”. Esta presentación de los Indiana Pacers sirve para describir lo que podemos encontrar si nos tomamos un par de horas para ver “Best Shot” título original de la película que ahora os presento.

Nominada a dos Oscar (mejor actor secundario para Dennis Hooper y mejor BSO) Hoosiers es la historia de un ex suboficial de marina y ex entrenador que afronta su segunda oportunidad en el mundo del baloncesto en un pequeño pueblo del estado de Indiana, allá donde el baloncesto encuentra su lugar entre enormes granjas y campos de trigo.

Al igual que en el resto de películas con el deporte como leitmotiv, la temporada del equipo protagonista empieza muy mal y culmina con un gran triunfo. Hoosiers se basa en la experiencia real del modesto instituto Milan que venció en el campeonato estatal ante “High Schools” mucho más potentes.

Sin embargo, la historia real no se transmite fielmente en la película. Los resultados no fueron tan apretados y el jugador ayudante nunca ganó un partido anotando dos tiros libres. La figura del entrenador, protagonista principal, también se ve alterada por la imaginación del guionista.

Disciplina, esfuerzo y compañerismo son, entre otros, los valores que la película intenta transmitir. Las historias personales se entremezclan con el gimnasio de la escuela como principal escenario y el baloncesto como trasfondo.

Para mí, y coincido con muchas críticas, la película es mejorable. No deja huella ni consigue plasmar lo que el baloncesto significa, al menos para mí. Tras grandes películas basadas en estrellas del boxeo (Hurricane Carter o Cinderella Man entre otras) o en fútbol americano (Un domingo cualquiera) se echa de menos una gran cinta sobre nuestro querido deporte.

Lo más destacable son las actuaciones magistrales de Gene Hackman y Dennis Hooper que clavan sus papeles y hacen que merezca la pena pasar dos horas frente a la pantalla. 

Si habéis tenido la ocasión de ver la película podéis comentar qué os pareció. 

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Saber decir adiós

“En mi palabra nunca existió la rendición, porque eso es para mí el Real Madrid”. Con palabras como éstas se despedía una leyenda del madridismo, el 7 que sucedió a Juanito y Butragueño, el ídolo de quienes crecimos viéndole pasear el escudo con orgullo y lealtad por los campos de toda Europa.

No os preocupéis, no es éste un nuevo post sobre fútbol. Se trata más bien de una oda a aquellas figuras que trascienden del deporte mismo y lo elevan hasta las más altas cotas. Es también una crítica a la desazón y la falta de aprecio con la que tratamos a nuestros mitos de cualquier especialidad, y no sólo del deporte, una vez que abandonan su etapa de esplendor.

Y es que Raúl ha sido y será uno de los grandes embajadores de la marca España en el extranjero y lo será gracias a su buen hacer sobre el terreno de juego y, principalmente, al erigirse como un adalid de la causa del juego limpio y del máximo respeto por la vida y por el deporte que, al fin y al cabo, para el capitán fueron palabras sinónimas.

Las plumas oportunistas de los críticos más ácidos y rastreros, ávidas de hacer sangre, rápido sacarán a la luz que la selección comenzó a cosechar éxitos toda vez que el madridista dejó de acudir a la cita con la roja. ¿Acaso el mejor Raúl no fue y será siempre mejor que el mejor Villa? ¿Acaso no habría podido empujar igualmente los goles que el asturiano marcó ante Portugal o Paraguay?

No se es líder e historia de un club del calado del Real Madrid si no has sido realmente genial. No le sitúan a uno a la altura de Di Estéfano si su carrera fuera la de un mediocrillo del tres al cuarto. Y aún así escucharemos críticas. Aún así alzarán la voz los iletrados y envidiosos que olvidan lo que Raúl significó para el deporte entre 1994 y 2008 (temporada en que es nombrado mejor jugador de la liga tras marcar los mismos goles que Villa sin haber tirado ningún penalty).

En Estados Unidos Raúl González Blanco sería una leyenda no sólo del deporte, también de la nación. Su último partido sería emitido por todas las cadenas nacionales varias veces y la retirada de su número sería uno de los momentos más recordados. Sus compañeros le rendirían pleitesía y sus rivales, sus grandes enemigos deportivos, le abrazarían dándole las gracias por haberles ayudado a ser mejores.

Hoy, pretencioso de mí, me atrevo a intentar encontrar paralelismos en el adiós de dos grandes. Uno, de Indiana, 2,06 y un rubio mostacho, se convirtió en el héroe de la ciudad de Boston. Otro, de Madrid y 1,77 metros de estatura demostró tener el corazón más grande y más blanco del mundo. Ambos, leyendas del deporte serán siempre venerados. Sin embargo, su despedida, aunque emocionante, fue muy distinta. Juzgad vosotros mismos.



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Regreso a la oficina


Cuando me preguntan por el motivo principal de la victoria del cadete masculino de los Trinitarios en todas las competiciones en que participamos en 2010 mi respuesta es clara: “Demostramos que amamos más este deporte que el resto de equipos”.

Obviamente hubo muchos otros aspectos técnico-tácticos, actuaciones individuales grandiosas y aportaciones más discretas pero esenciales que marcaron nuestro triunfo. Pero la clave fue desear más el título y amar más y mejor el baloncesto que los demás.

Quizá alguno de vosotros puede pensar que soy demasiado presuntuoso al afirmar esto, pero no lo soy. Cómo, si no, se explica que un 26 de julio, fecha de tradicional recreo, de piscinas repletas y cuerpos bronceándose al sol, estos chicos se comprometan a iniciar los entrenamientos para la próxima temporada, a sudar la camiseta para tratar de lograr una meta que se presenta, hoy, muy lejana en el tiempo.

Muchos chicos cambian de categoría. Nuestros líderes dentro y fuera de la cancha pasan a la edad junior con la intención de demostrar que su talento puede lucir también ante defensas más preparadas y cuerpos más potentes. Sé que lo harán bien.

Los que se quedan saben que el reto es importante. Defendemos título. Conocemos el sabor del triunfo y queremos volver a degustarlo. Repetir será complicado no sólo por el cambio generacional, sino también porque los Trinitarios ya no son un desconocido más en la esfera del baloncesto en Salamanca. Nos hemos hecho un nombre.

Podemos y debemos ser referentes como competidores y sobre todo como deportistas. Hay equipos que pierden incluso cuando ganan y perdedores que se granjean el cariño y la admiración de todos. Lo ideal, y por lo que lucharemos, es ser caballeros en la victoria demostrando en cada acción que no basta con anotar más puntos que el rival, sino que será necesario parafraseando a Don Miguel de Unamuno, no sólo vencer, sino también convencer.

Convencer aceptando decisiones arbitrales discutibles, ayudando al oponente herido y demostrando ser un equipo respetuoso con las reglas escritas y, especialmente, con las no escritas del juego, las que han hecho de este deporte ese lenguaje universal del que todos los que lo practicamos nos sentimos tan orgullosos.

Decía el libertador sudamericano Simón Bolívar “para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”. Parece que el equipo cadete de los Trinitarios tiene aprendida la lección. Ahora sólo es necesario pasar de las vacuas palabras a los imborrables hechos.

Y es que como diría el gran jugador de golf sudafricano Gary Player (aunque se la han adjudicado a mucha más gente aplicada a muchos otros campos) “cuanto más practico más suerte tengo”. Llamemos, pues, a la suerte.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Un lenguaje común





Cae la tarde en el sur de Madrid. Las mujeres recogen la ropa de las cuerdas y ordenan a sus hijos pequeños subir a poner la mesa. Por su parte, los barrigudos maridos apuran su cerveza como si la última luz del día fuese la señal indicada para hacerlo.

Sin embargo, durante el verano, el ocaso es el comienzo de un nuevo modo de vida. Suena música de fondo y un buen número de familias se aglutina en torno a un pequeño lugar. No se trata de ningún edificio religioso ni de la tumba de ningún líder político. No sé si me engañan los ojos, pero creo que es sólo una pista de baloncesto. No tiene el parqué recién pulido ni las líneas perfectamente pintadas. Se trata de un pequeño rectángulo de cemento irregular con dos canastas ni siquiera enfrentadas y con los aros ligeramente caídos. Las redes que la rodean tratan de evitar que los balones rueden hacia la carretera tras un impreciso pase.

Mi curiosidad me arrastra y me acerco a dicho lugar sagrado con el tiento de quien se aproxima a una mezquita o a un mausoleo. Identifico a muchos latinoamericanos, aunque también hay asiáticos y africanos. Desconozco si he de realizar alguna especie de ritual u observar algún precepto. Por suerte, pronto siento su calor. Soy bien recibido.

“¿Quiere jugar hermano? Nos falta un buen point guard” (base).

“De verdad me gustaría”, respondí, “pero una lesión en la mano me lo impide”.

La dichosa lesión de la que ya tenéis noticias dio pie a iniciar una inolvidable plática, a que se interesaran por mi cuarto metacarpiano como si fuera el suyo propio. Comprendí que aquel no era mi sitio. No estaba a la altura de la empatía y afecto que me demostraron siendo, como era, un extraño. Yo, que soy hijo de un tiempo en el que el egoísmo es primer y segundo plato y en el que la solidaridad y la unión no tienen ya lugar ni como entrantes, estaba siendo acogido como un miembro más de aquella comunidad que cada noche se reúne en torno a su particular templo.

Poco a poco se fueron soltando y comentándome sus quehaceres, sus problemas para sobrevivir en la gran ciudad durante la gran crisis. Para ellos, me explicaron con voz sentida, no es sencillo sentirse extranjero en un momento en el que se llama a hacer patria y piña para afrontar las dificultades, en un contexto, y dejémonos de eufemismos, en el que el extranjero es visto por los cortos de perspectiva (y de corazón) como un expropiador de la fortuna ajena. De pronto se hizo un breve silencio que fue interrumpido por una frase que me abrió los ojos. Definitivamente aquel sí era mi lugar.

“El baloncesto es nuestro medicamento. Sin estas 2 horas a la luz de la luna no sé qué sería de nosotros”.

Me lo dijo Walter, un chico dominicano que ejercía de líder por su facilidad para la oratoria, pero asintieron los muchos que nos rodeaban. Yo también asentí. El baloncesto fue mi elixir en períodos oscuros en mi vida personal, la cura para la pérdida de seres queridos y el río que se llevó los desencantos sentimentales hacia el mar.

“Al fin y al cabo compartimos el idioma”, me dijo Walter al tiempo que me pasaba con sutileza el balón de baloncesto hacia mi mano izquierda. “Éste es nuestro idioma”.

10 euros de cuero y goma hechos esfera para quien no ve más allá de las formas y de las sombras. Todo un modelo de vida para quienes amamos el baloncesto. Este deporte es, para los que lo sentimos, una liberación, una parada necesaria para revitalizar nuestros espíritus y para olvidar los malos días en el trabajo.

Yo ya era consciente de todo esto, pero aquel improvisado paseo me lo recordó. Nunca olvidaré el agradable trato que me dispensaron, jamás la mirada de complicidad de aquellos pequeños niños a los que trataban de hacer dormir sus afanosas madres. Y qué decir de ese apretón de manos izquierdas con el que Walter me dio las gracias por acercarme a conocerlos cuando, sin duda, el agradecimiento era mío por haber tenido la suerte de estar allí en aquel preciso momento.

Desde este modesto blog me atrevo a hacer una promesa. NUNCA y digo NUNCA dejaré de hablar el lenguaje más universal que conozco, el del BALONCESTO. ¿Puedes prometer lo mismo?

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS


El tiempo muerto fantasma


Hablar de Chris Webber es hacerlo de uno de los mejores Ala Pívot de los últimos años, de uno de esos casos en que el talento de un jugador no se ve reflejado en la pista por una sucesión de malas decisiones e inoportunas lesiones.

Pero antes de su periplo profesional y mucho antes de convertirse en uno de los más agradables e irónicos comentaristas deportivos, Chris Webber fue el principal estandarte del equipo de Michigan , los Fabulous Five integrado por cinco jugadores que en su primer año universitario, 1992, llegarían a la final para perder con Duke, equipo liderado por Christian Laettner (jugador invitado para formar parte del primer e inimitable Dream Team de Barcelona 92).

¿Quiénes eran los Fabulous Five? Además de Chris Webber, Juwan Howard, Jalen Rose, Jimmy King y Ray Jackson. Los tres primeros tuvieron una exitosa carrera profesional mientras que los otros dos jugarían tan sólo un modesto número de partidos en la NBA. 

Tras la derrota con Duke los cinco fantásticos aunaron fuerzas y decidieron darse una segunda oportunidad. La camaradería que puede existir en un equipo de baloncesto universitario no se puede comparar con ningún otro sentimiento. No puedo explicaros lo que puede significar ganar un trofeo universitario porque hay que vivirlo para poder narrarlo.

Con el objetivo de catar el sabor de la gloria en el Torneo Final de la NCAA los cinco “wolverines” (así se conoce a los miembros de la universidad de Michigan) realizaron una gran temporada y se plantaron de nuevo en la final. Se medían a uno de los equipos más laureados de la competición, los tar heels de Carolina del Norte comandados por un histórico de los banquillos, Dean Smith.

El gran momento aconteció con 73-71 a favor de los de North Carolina. El genial Chris Webber (máximo reboteador y segundo máximo anotador del torneo) coge el rebote de un tiro libre. Incomprensiblemente ninguno de los compañeros le ofrece una salida de balón y tras cometer unos pasos que no fueron señalizados es encerrado por los rivales en la esquina derecha del ataque de los de Michigan. Ante la oposición de los rivales Chris Webber hace el inequívoco gesto de “timeout”. Parece una buena decisión. 11 segundos para preparar el ataque. Pero, ¿por qué entonces se lamenta su entrenador?


Michigan no tenía tiempos muertos disponibles. Estoy seguro de que Webber lo sabía. De lo contrario habría pedido tiempo muerto nada más coger el rebote. No lo hizo. Curiosamente, agobiado pero no en exceso por sus rivales el ala pívot olvidó que estaba jugando un campeonato universitario, que lo iba perdiendo por dos y que, sobre todo, su equipo no tenía la posibilidad de solicitar un tiempo muerto. Ello pese a estar llamado a ser uno de los más grandes de la historia.

El tiempo muerto fantasma, como fue bautizado por los analistas americanos, le costó a su equipo dos tiros libres en contra, la final y el trabajo de todo un año. 

Lo cierto es que Dean Smith consiguió su segundo título, sumando éste al que consiguió en 1982 con un tal Worthy y un tal Jordan. Lo cierto es que los Fabulosos Cinco pasarían a formar parte de una nómina de grandes perdedores. Perdedores porque nunca consiguieron un título y grandes porque permanecerán en la memoria colectiva de los buenos aficionados.

Os dejo con las mejores jugadas de uno de los mayores artistas que ha dado el baloncesto. Sí, el mismo que incomprensiblemente pidió el tiempo muerto. Disfrutadlas.


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La Anecdoteca (II)



Finalizada la Liga de Verano de la NBA en Las Vegas en la que varios nombres se consagraron (John Wall, DeMarcus Cousins) y el Campeonato de Europa sub 20 con bronce para los nuestros el baloncesto sigue pendiente de nuestras Sub 20 que tratarán de superar los logros de los chicos. La idea es realizar una entrada valorando a las nuevas perlas de cara al futuro. De momento os dejo con otra buena ración de anécdotas que tienen como protagonistas a algunos de los mayores nombres ligados a nuestro deporte. 


En una gira de los Boston Celtics, Arnold Red Auerbach se encontró a las cinco de la madrugada en el hall del hotel a tres de sus jugadores, cada uno con una bella señorita agarrada de sus manos a las que, presurosamente, presentaron como sus primas. Red Auerbach, disimulando creerse dicho argumento, les inquiere: Ah sí, ¿y dónde vais? “A la iglesia entrenador” respondieron con vehemencia. El gran Red no les dijo nada y a los pocos días les fue comunicada una multa de 25 dólares. Los jugadores quisieron saber por qué se les multaba a lo que su entrenador les replicó: “Por insultar a mi inteligencia”.

Durante sus 27 años en UCLA el tranquilo John Wooden sólo recibió una técnica. Hasta el último de sus días negó haberla merecido: “Un tipo detrás de mí empezó a decirle al árbitro cosas no muy agradables. Éste creyó que era yo quien le insultaba. Aún hoy me ofende que pensara que fui yo”.

James Worthy fue arrestado por contratar los servicios de dos prostitutas que pretendía conducir a un hotel en la ciudad de Houston. Al día siguiente de conocerse la noticia Peter Vecsey comentaría en su columna en el New York Post: “James (Worthy) siempre tuvo problemas para anotar ante un 2 contra 1”.

Un compañero de la televisión de Uruguay le pidió a Vince Carter que dijera “Hola Uruguay” lo que hizo con un español muy forzado. Poco después se le escuchó al bueno de Vince preguntando a un amigo, ¿qué es Uruguay?

Preguntado el recientemente fallecido Manute Bol si le asustaba jugar tan lejos de su país él respondió: “asustarme no, una vez cacé un león con mis propias manos”.

En pleno proceso de separación de Jason Kidd con su mujer, Allen Iverson le pasó por encima y le rompió varias veces la cintura. Al día siguiente Jason Kidd debía ir a buscar a sus hijos para que pasaran con él el fin de semana. Adivinen qué camiseta llevaban puesta. Sí, lo han adivinado, la camiseta de los Sixers con el número 3 de Iverson.

Tras los entrenamientos de los Bulls, Dennis Rodman siempre se quedaba viendo a sus compañeros tirar, pero él no hacía ningún lanzamiento. Sus compañeros le preguntaron qué hacía a lo que respondió: “Ver hacia donde van los balones para mejorar mi capacidad de rebote”.

En un partido ante los Jazz, Jordan metió una canasta llevando por la fuerza al poste bajo a John Stockton. Alguien desde el público (algún aficionado de los Jazz suponemos) le espetó: “Métete con los de tu tamaño”. En ese mismo partido le haría un mate en la cara a Mel Turpin (2,14) y dirigiendo la mirada a ese mismo espectador le respondió: “¿Es suficientemente alto?”

Toda vez que Jordan recuperó el dorsal número 23 tras haber usado el 45 en su regreso al baloncesto finalizada su infructuosa aventura en el béisbol, Phil Jackson escuchó críticas por esta decisión dado que muchos padres ya habían comprado a sus hijos la camiseta con el número 45. El gran Phil sentenció: “Que les hubieran comprado libros”.

Para finalizar una frase para el recuerdo del gran Shaquille O´Neal: “Mi 40% en tiros libres fue la manera que tuvo Dios de demostrar que nadie es perfecto”. Todo modestia. 


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Un Houdini en la Caja Mágica


Teniendo en cuenta lo movido que ha estado el mercado de NBA en estos inicios de verano quizá a muchos os sepa a poco el escaso dinamismo acontecido en este lado del Atlántico.

En nuestro país, además del acertado fichaje por parte del Regal Barcelona de Kosta Perovic hay que hablar, principalmente, de la adquisición por parte del Real Madrid del talentoso base tinerfeño Sergio Rodríguez, un gran aliciente para llenar cada sábado o domingo el nuevo hogar de la sección de baloncesto, la Caja Mágica.

Si algo se puede decir del Chacho es que no deja a nadie indiferente. Nada más conocerse la noticia generó un intenso debate. ¿Es Sergio Rodríguez, hoy, mejor jugador de lo que era antes de aterrizar en Portland? ¿Es el base que necesita el Madrid para superar a un Barcelona que se mostró muy superior la temporada pasada? ¿Será Messina el nuevo Nate Mcmillan que impedirá a Sergio mostrar todo su potencial?

Yo tengo claro que el Sergio que ha regresado tras la aventura americana es mejor jugador que el que se fue. Ha madurado físicamente y entiende cada vez mejor las exigencias del juego. De hecho, aunque resulte paradójico dado que tiene 24 años, por los sistemas de ataque en que se ha visto involucrado su potencial ofensivo es aún una incógnita. Su defensa 1x1 aún es mejorable, pero desde luego, las horas que se ha pasado entrenando contra jugadores que te rompen los tobillos con explosivos cambios de mano y de ritmo, le habrán ayudado. Mención especial merece el trabajo específico que Sergio hizo para mejorar la defensa del pick and roll, algo que es básico no sólo en el baloncesto americano, sino también en el baloncesto europeo donde cada vez mayor número de situaciones se dilucidan en un dos contra dos grande-pequeño.

No sé si Sergio será capaz de alterar la balanza en los enfrentamientos entre el Madrid y su eterno rival. Sí sé que será un emparejamiento mucho más incómodo para Ricky de lo que pudieron ser la temporada pasada Prigioni (mucho menos rápido) o Llul (buen defensor en la anticipación, pero deficiente a la hora de interponer un cuerpo entre el jugador con balón y la canasta y con margen de mejora en el paso de los bloqueos). Además, Sergio le puede dar al Madrid una mejor salida en transición permitiendo a Llul ser un finalizador y no tanto un conductor de contraataques. No hay que olvidar, tampoco, que al tinferfeño le gusta formar asociaciones con sus compañeros de equipo. Estoy convencido de que los dos Sergios se entenderán perfectamente en la cancha y me atrevo a predecir que formará una dupla más que interesante con Tomic y con Felipe.

Nunca he sido seguidor de Sergio durante su periplo en la NBA. Mejor dicho, nunca comprendí su prematura decisión de abandonar el baloncesto europeo. Pero como en la parábola del hijo pródigo, Sergio puede regresar tranquilo. Los madridistas le esperamos con los brazos abiertos. No hemos tenido un base tan espectacular y rápido desde que Raúl López empezó a tener problemas con las lesiones.

En cuanto a Messina imagino que nada se ha hecho a sus espaldas. El siciliano es el tótem de este proyecto y no me creo que este fichaje no tuviera su consentimiento. El italiano ha confiado siempre el mando de sus equipos a bases muy “botones” como Bulleri, Holden, Planinic o el propio Prigioni además de contar con Papaloukas como una especie de “point forward” (ya lo explicaré en la próxima versión de “aclarando conceptos”). A Sergio no creo que le importe jugar ese rol. De hecho, en cualquier caso va a adquirir una responsabilidad mayor de la que tuvo en estos últimos años en Portland, Sacramento o Nueva York. A Messina le gusta el baloncesto de defensa intensa, rebote y contraataque (a quién no) y Sergio puede adaptarse sin duda a este esquema. Tampoco le incomodará tener un mentor de la calidad y experiencia de Pablo Prigioni.

El Madrid está a la espera de contratar un gran anotador (¿Rudy? ¿Spanoulis?) y de apuntalar el juego interior. Con Velickovic reconvertido al puesto de 3 creo que el equipo blanco, cubriendo estas posiciones, tiene potencial de sobra para competir con cualquiera. De lo que estoy seguro es de que el mando sobre la cancha tiene nombre y apellidos, Sergio Rodríguez Gómez.

Sé que muchos discreparéis con mi visión tan optimista y que no veis nada acertada la apuesta del conjunto blanco. Espero leer vuestras particulares visiones en los diferentes comentarios que podáis hacer.

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Pete Maravich, baloncesto de fantasía


Un 22 de junio de 1947 nacía en el estado de Pennsylvania uno de los mayores genios que ha dado el baloncesto en su historia. De seguir viviendo, Pete Maravich sería uno de los iconos vivos de la liga. No precisamente de los que se pasean por las canchas de sus ex equipos, pero sí uno de esos excéntricos ex jugadores (a lo Barkley) que nos dejan frases para el recuerdo. O tal vez compartiría afición (más bien vicio) al juego con Jordan o a las mujeres con Tiger. Nadie lo sabe. Lo único cierto es que Pistol Pete Maravich nos dejó en 1988 tras un ataque al corazón mientras jugaba un tres por tres con unos amigos en una pequeña cancha en Pasadena, California. Un final digno para un ser humano atormentado, para el Van Gogh del baloncesto.




Pistol pertenece a esa clase de hombres virtuosos en su trabajo y claramente insatisfechos con sus vidas. Su rostro desencajado siempre trataba de disimular una leve sonrisa. Pura escenografía. Sus continuas depresiones y su vida desordenada delatan que Pete sólo era feliz en una pista de baloncesto. Tal vez por eso pasó en ellas tantas horas perfeccionando su manejo de balón y esa suspensión tan majestuosa.

Dicen de Maravich que siempre pensó en él mismo primero y en el equipo después. Dicen que de tanto entrenar en solitario muchas veces creyó estar solo en la cancha. De hecho, aunque nos dejó pases espectaculares, sus cifras de asistencias nunca superaron las siete.

Siempre se le recordará por promediar 44,2 puntos en su carrera universitaria en Louisiana State University, por haber sido un precursor del showtime y, también, por no haber superado una ronda de playoffs cuando era el jugador franquicia de los Hawks (junto a Lou Hudson) o de los New Orleans Jazz (llegó a las finales de Conferencia con los Celtics en los 80 pero aportando sólo 6 puntos por partido).

Pero, ¿por qué de un perdedor reconocido como Pete se hicieron dos documentales, una película y fueron escritas varias biografías? Tal vez porque Maravich se adelantó a lo que sería la NBA más adelante. Pete tiraba de tres antes de que existiera la línea, (se impuso en la 79-80) hacía de cada pase una obra maestra y se convirtió en el jugador más popular al dar auténticas exhibiciones en los concursos de H-O-R-S-E (nuestro tradicional burro en el que un jugador anota de una particular manera y los demás tienen que imitarle si no quieren anotarse una letra a su casillero) que pasaba la CBS en el descanso de los partidos.


Pistol Maravich se destrozó su rodilla en 1978 como él solo podía hacerlo. Saltó para dar un pase por debajo de las piernas y cayó mal destrozándose los ligamentos. Durante este período adquiriría numerosos malos hábitos ¿Qué se podía esperar de un hombre al que una lesión le había alejado de su lugar sagrado, de esa cancha de baloncesto donde se sentía libre para hacer virguerías con el balón, soltar ganchos con ambas manos o hacer tiros imposibles?

Si Magic Johnson afirmó que nunca habrá otro Larry Bird, creo que también estaría de acuerdo en reconocer que jamás tendremos ocasión de ver jugar a alguien como The Pistol, el precursor del “no looking pass”y de tantas otras maravillas sobre el parqué.

Escuché hace tiempo que Ricky Rubio podría ser el nuevo Pete Maravich. No puedo dejar de sonreir ante semejante afirmación, no hasta que a Ricky un genio salido de una lámpara le conceda un tiro en suspensión como el que Maravich anotó hasta en 26 ocasiones para anotar 68 puntos ante los Knicks de Walt Frazier. Tarda un poco en cargar, pero merece la pena tomarse cinco minutos y dusfrutar del arte convertido en baloncesto a través de la figura de Pistol Pete Maravich.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Aclarando conceptos (II)


Una vez cerrado el paréntesis futbolero y tras la buena aceptación que tuvo la primera entrega espero contribuir de nuevo a popularizar determinados conceptos de baloncesto aderezados con una pizca de humor.

Aunque parezca obvio, muchos jugadores deberían recordar que para hacer un bloqueo ciego no es necesario haber bebido cinco litros de cerveza. Basta con interponerse en la trayectoria lógica de un defensor que, por su posición en la pista, no puede visualizar dicho bloqueo.

Dentro-fuera-dentro no es el título de la próxima megaproducción pornográfica, sino un ataque en el que la bola se mueve rápidamente entre el juego interior y el perímetro para acabar consiguiendo un buen tiro exterior o una posición cómoda para jugar un 1x1 en el poste bajo.

El “skip pass” nada tiene que ver con aquella marca de detergente que nos aseguraba en sus anuncios que podía con cualquier mancha. En términos baloncestísticos es un pase de lado a lado de la cancha por encima de todos los defensores. En definitiva, aquel que puede provocar un infarto a tu entrenador y que te puede enviar de por vida al fondo del banquillo.

El sistema flex no es precisamente el más cómodo del mundo a pesar de su nombre. Se trata de un ataque en el que el jugador que bloquea en el poste bajo es bloqueado para recibir fuera y el balón cambia de lado hasta que se encuentra un buen pase interior o una buena posición de tiro exterior. Es muy empleado en equipos de formación, pero también lo emplean equipos profesionales.



Como sucede también con Osama Bin Laden el reglamento del baloncesto FIBA nos advierte que el balón puede estar vivo o muerto. Aunque parezca una tautología es un hecho de suma importancia. Por ejemplo, sólo nos concederán una sustitución o un tiempo muerto cuando el balón esté muerto.

Por suerte, en baloncesto una violación es sólo una infracción de las reglas. Sé que a algunos árbitros esto les parecerá muy grave, pero ojalá fuera la única acepción de violación que conociéramos.

Tres segundos, además del tiempo que tarda una suegra en dinamitar una relación de tres años, es el tiempo máximo que puede permanecer un jugador atacante en la zona del equipo rival. Para salirse de dicha zona hay que posicionar los dos pies fuera de la misma. Sé que muchos árbitros agradecerán este recordatorio porque están hartos de discutir sobre este hecho con muchos jugadores que utilizan el reglamento para secarse las manos (por no decir una vulgaridad).

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Hoy toca hablar de fútbol


Sé que entenderéis que hoy no escriba sobre baloncesto. Lo que sucedió ayer casi me lo exige...


Me toco la escayola para comprobar que todo está bien y que el dolor es ya casi inexistente. Son las once de la mañana del 12 de julio de 2010 y acabo de despertar tras una noche intensa. Sólo saber que el yeso seguía allí, intacto, me permitió diferenciar realidad y ficción mientras estiraba mis músculos. Aquel yeso del que me desprenderé esta misma tarde si mi cuarto metacarpiano ya está soldado ha sido un inseparable compañero durante 40 días que no olvidaré fácilmente.

Con él en la mano disfruté viendo a mis compañeros de equipo levantar el Trofeo Diputación de baloncesto, me frustré y lamenté mi infortunio al ver caer a los Celtics, orgullosos en la derrota, pero incapaces de frenar a unos Lakers más jóvenes y potentes. Pero con esta maldita férula que se ha empeñado en convertirme en ambidiestro he podido emocionarme comprobando que todo en esta vida es posible, incluso que la selección española de fútbol se alce con la Copa del Mundo haciendo que todo el país se lance a la calle con camisetas rojas para expresar un mismo sentimiento con diferentes cánticos y muestras de euforia.

Pero ésta no es la historia de una escayola. Es más bien la historia de miles de batallas perdidas, de héroes caídos y de sueños rotos. Es la historia de ese cuento que parece que nunca tendrá final feliz. ¿O no? No, esta vez no. Este 12 de julio no lloré por una injusticia arbitral o por una mala jugada del destino. Lloré al degustar ese sabor de la victoria que tantas amarguras del pasado parece enterrar para siempre. Mi abuelo hubo de esperar 102 años para conocerlo. Ese niño o niña que vieron la luz anoche poco después de las once, sólo unos minutos.

Mis lágrimas estaban dedicadas a quienes nos dejaron sin saber que España podía y sabía ganar un mundial. También van dedicadas a aquellos que tuvieron que abandonar sus hogares y que encontraron en España un lugar para rehacer su futuro, a todos aquellos inmigrantes que se sienten nuestros compatriotas y que nos ayudan a crecer individualmente y como colectividad. Este triunfo también es vuestro.

Desconozco los misteriosos encantos que convierten a un partido de fútbol, un juego de pelota en el que dos equipos de once jugadores pugnan por conducir el balón hacia un espacio imaginario delimitado por tres postes y una línea de cal, en una especie de obra de arte capaz de reunir en torno a ella a miles de almas empujando desde la distancia a aquellos con quien se indentifican. No logro entenderlo. Ni quiero.Hoy no.

Hoy prefiero flotar sobre mundos que no entienden de lógica y raciocinio. Hoy es momento para dejarse llevar, para abandonar complejos del pasado y superar barreras. Si lo han hecho estos chicos con un balón en los pies todos podemos hacerlo.

Hoy sólo quiero que el triunfo de la selección ayude a los españoles de a pie a superar los malos momentos. Sólo pido, por favor, que el 11 de julio no se quede en uno de esos días especiales que recordamos abriendo un álbum de fotos. Quiero que el 11 de julio se convierta en el renacer de la nación española que sólo es posible si tú, orgulloso español o española, comienzas a creer que ese gol de Iniesta también lo puedes marcar tú todos los días de tu vida.

GRACIAS A LA SELECCIÓN ESPAÑOLA DE FÚTBOL POR HACERNOS RECOBRAR LA AUTOESTIMA Y HACERNOS SENTIR ORGULLOSOS DE SER QUIENES SOMOS




Grandes tríos de la historia


La NBA está conmocionada. La noticia de que Lebron King James jugará en Miami junto a sus amigos Wade y Bosh ha removido los cimientos de la liga. Así, mientras en Cleveland queman las camisetas y recuerdos de su anterior ídolo y en Nueva York, los Knicks afrontan la enésima reconstrucción desde la nada, Pat Riley ha reunido en los Heat a uno de los mejores tríos de la historia del baloncesto. No es el primero.

Durante los años 60, con sólo 8 equipos en la liga, el talento estaba más concentrado y los duelos eran gloriosos. En Celtics, durante los primeros años de la década se juntaron Havlicek, Cousy y Bill Russell. Juntos ganaron los seis anillos que disputaron. Bill reboteaba, Cousy conducía el contraataque y Hondo (apodo de Havlicek) lo finalizaba. Sin duda un auténtico rodillo que los más viejos de Boston aún recuerdan.

Estos Celtics tuvieron su particular Némesis en el trío que formaron los Lakers con Jerry West (el logo de la liga), Elgin Baylor (el primer saltarín) y Wilt Chamberlain (sí, el que promedió 50 puntos en una temporada, aunque eso que más da cuando se acostó con 20.000 mujeres). Curiosamente no sumaron ningún título jugando juntos. De hecho Elgin Baylor, uno de los 20 mejores jugadores de la historia se retiraría sin sumar ningún anillo a su historial.

Los 70 no vivieron el ascenso de ninguna gran tripleta de jugadores. El motivo es claro. Los grandes jugadores tuvieron que decidirse entre la NBA y la ABA, una liga no televisada que tuvo como primer Comisionado a George Mikan (uno de los mejores jugadores de los 50). Esta liga que se jugaba con un balón tricolor (rojo, azul y blanco) atrajo a estrellas de la talla de Julius Erving, George Gervin o Artis Gilmore conduciendo a la NBA a uno de sus períodos más negros. Tuvo que llegar David Stern para situarla en el lugar que le corresponde al recuperar el concepto de espectáculo para una liga cada vez menos seguida.

Los 80, además de suponer el renacimiento de la liga, vieron nacer tres grandes tríos como resultado de una abundancia de talento y de los astutos movimientos en los despachos de tipos tan inteligentes como Jerry West y Red Auerbach. Si no, ya me explicaréis cómo en Philadelphia se pudieron juntar el Doctor J, Maurice Cheeks y Moses Malone poco antes de que en los Lakers unieran fuerzas James Worthy, Magic Johnson y Kareem Abdul Jabbar y en los Celtics se reunieran Larry Bird, Kevin Mchale y Robert Parish (El Jefe). Sin duda aquella fue la edad de oro de la liga profesional americana. Entre estos tres equipos se repartieron todos los títulos hasta que los Bad Boys se interpusieron en su camino con un trío escueto en sonrisas y buenas palabras: Isiah Thomas, Joe Dumars y Bill Laimbeer.

Los años 90 son los de las grandes duplas (Stockton-Malone, O´Neal-Penny Hardaway, Payton-Kemp) y los de Jordan sentando cátedra gracias al apoyo logístico de sus compañeros. Bien rodeado, también, estuvo Hakeem Olajuwon para aprovechar los dos años en que Jordan intentó reordenar su vida tras la muerte de su padre. Otros grandes pívots como David Robinson o Patrick Ewing no tuvieron tanta suerte. Al menos, el Almirante recibiría la bendición de jugar junto a Duncan al final de su carrera para hacerse con dos anillos. En Houston se intentó juntar a un trío de veteranos con Olajuwon, Barkley y Drexler todos ellos al final de sus carreras y no funcionó.

Finalmente, en los últimos diez años podemos hablar básicamente de dos tríos que han cosechado bastante éxito. A la sombra de Duncan, Ginobili y Parker supieron crecer hasta convertir a los Spurs en una auténtica dinastía. Con menos títulos, pero conformado por tres futuros hall of famers al grito de Ubuntu Paul Pierce, Kevin Garnett y Ray Allen conquistaron su primer anillo y el decimoséptimo para la franquicia del trébol.

¿Qué lugar le deparará la historia al nuevo tridente de los Heat? No bastarán muchas portadas del Sports Illustrated. Su leyenda se medirá en los kilates de los anillos que puedan conquistar. Yo no me atrevo a apostar contra ellos.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Destino Miami




Verano de 2008, Beijing. Un grupo de jóvenes estadounidenses se preparan para vengar la derrota del “Dream Team IV” en Atenas cuatro años antes. Cuatro de ellos parecen llevarse especialmente bien. Uno de ellos es Chris Paul, los otros tres os los podéis imaginar.

Tal vez todo estuviera ya hablado desde entonces. Tal vez caminando juntos por la Ciudad Prohibida Lebron James, Chris Bosh y Dwayne Wade se juraran amor eterno. Quién lo puede negar a la vista de los acontecimientos.

Pat Riley jugaba con blancas pero ha sabido mover las piezas como nadie. Conseguir reunir en tu equipo a dos de los cinco y a tres de los diez mejores jugadores de la liga es prácticamente dar jaque mate a la competición. En realidad, sólo se me ocurren tres equipos capaces de hacer frente al poderío de los Heat y salvo los Lakers los demás parten con negras.

Los Lakers son los actuales campeones. Tienen el mejor juego interior de la liga y al único cuatro mejor que Bosh en estos momentos, Pau Gasol. En Ron Artest tienen el perfecto veneno para asesinar a King James y en Kobe Bryant el caballero adecuado para vencer en las grandes batallas ya sean a campo abierto o en pequeñas escabechinas. Conociendo la ética de trabajo de Kobe me lo imagino esta misma mañana corriendo 10 kilómetros y pasando un par de horas por el gimnasio ante el nuevo reto que se le plantea. Jordan nunca se enfrentó a una suma de talento como la que se ha reunido en Miami. Si Bryant vence su legado será cada vez más mitológico.

Los Celtics defenderán título en la conferencia este. Danny Ainge también sabe jugar sus piezas y está consiguiendo rodear mejor que nunca al rebautizado como Small Three. Los de Boston aseguran que con su quinteto en pista y sin lesiones no han perdido ninguna serie de Playoffs desde 2008. Además, aunque parezca mentira, tengo fe en una resurrección del recientemente adquirido Jermaine O´Neal. No conviene olvidar tampoco que el Celtic Pride es algo más que una leyenda.

Por último, los Magic mantendrán el bloque. La lástima es que esto quiere decir que también sigue Stan Van Gundy. No digo que sea mal entrenador, digo que no tiene el respeto de sus jugadores. Y es que, como le definió Daimiel en su blog, Stan Van Gundy es de los que te gritan para que no les grites. Aun así, Bosh no parece el hombre indicado para parar a Howard que podría recuperar su fama de super héroe (ahora le llaman el gatito tras ser aplastado por los pívots cojos de los Celtics) en el duelo por la supremacía en el estado de Florida.

La NBA se prepara para una temporada apasionante. El paisaje es distinto, pero los favoritos siguen viviendo en torno a palmeras, playas y hoteles de lujo. Los Ángeles y Miami, dos estilos de vida semejantes separados por más de 4.000 kilómetros. El duelo está servido. Con el permiso de Orlando y Boston.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Verano de 2010. Cada vez más caliente


En días como hoy en que los sueños parecen reales y se superan barreras históricas, parece cobrar sentido aquel lema de la campaña publicitaria de una famosa marca de ropa deportiva que nos asegura que NADA ES IMPOSIBLE.

Una vez que sabemos que España va a jugar la final del campeonato del mundo de gúrgol (perdón de fútbol) se demuestra que la fe mueve montañas y que los milagros ocurren.

En Miami también saben mucho de milagros. Que se lo pregunten si no a los aficionados de los Heat durante la disputa del tercer partido de las finales de 2006 entre su equipo y los Dallas Mavericks. Todo parecía perdido hasta que apareció Jordan disfrazado de Wade, o mejor dicho, Wade disfrazado de Jordan (Los Heat ganarían 4 partidos seguidos para remontar el 2-0 en contra inicial).


Esta noche a las 3 de la madrugada hora española, Lebron James comunicará en directo la decisión sobre su futuro en una emisión que será seguida por millones de estadounidenses. Las últimas noticias indican que en el sur de Florida se reunirá la trinidad. Se desconoce quién será el padre, quién el hijo y quién el espíritu santo. Lo que es seguro es que el Big Three de Boston quedará rebautizado como el Small Three porque, aunque me duela admitirlo, ya me diréis que tienen que hacer los abueletes Pierce, Garnett y Allen contra los Wade, Lebron y Bosh en su mejor momento.

A falta de confirmación todas las fuentes apuntan a que los tres mejores jugadores del draft de 2003 (con el permiso de Carmelo Anthony y Darko Milicic) se reunirán en el estado de los huracanes y de la eterna primavera. Surgen muchos interrogantes: ¿Quíen será el macho alfa? ¿Cómo de grande será el asterisco que aparezca junto a los anillos que puedan conquistar? En los libros de historia se dirá algo así como: Lebron, por ejemplo, 3 anillos (todos ellos junto a Wade y Bosh), Wade 4 anillos (3 con Lebron y Bosh), Bosh (¿quién es Bosh? Ah sí, el que cogía los rebotes y se los daba a Lebron y a Wade). Para jugadores de este tipo el legado es muy importante y, sin duda, al rodearse de otros cracks de su nivel, siempre se pondrá en entredicho su lugar en el olimpo del baloncesto

De hecho, más allá de estos pequeños interrogantes, la gran cuestión es si la conjunción de talentos dará como resultado un equipo aspirante al título. Para que llegue Lebron parece necesario que los Heat se deshagan del contrato de Michael Beasley por lo que sólo contarían con cuatro contratos asegurados (Wade, Bosh, James y Chalmers) y con apenas dinero para moverse. Sin duda, esta noche se prevé apasionante.

Más allá del gran movimiento que ha perpetrado el otrora señor de los anillos Pat Riley (de momento Wade y Bosh son seguros) ha habido otras pequeñas escaramuzas que parecían relevantes hasta que este rumor saltó a la palestra.

Empezando por mis Celtics decir que van a renovar a Paul Pierce (4 años y 60 millones de dólares) y a Ray Allen (20 millones y dos temporadas). Su principal objetivo ahora es un center y suenan Shaquille O´Neal, Jermaine O´Neal, Brad Miller y hasta Kwame Brown. ¿Medidas desesperadas tras la lesión de Perkins de la que no estará recuperado hasta febrero?

Los Warriors están a punto de conseguir a David Lee a cambio de Anthony Randolph que iría a los Knicks. Con David Lee más los talentosos Monta Ellis y Stephen Curry (una de mis debilidades) Don Nelson podrá practicar su habitual “small ball” (cuatro jugadores exteriores) con mejores resultados.

Kevin Durant ha extendido su contrato por cinco años más y 85 millones de dólares. ¿Fidelidad a la franquicia o seguridad financiera ante el posible cierre patronal en la 2011-2012?

Carlos Boozer jugará en los Bulls tras firmar 80 millones de dólares y 5 años. Junto a Rose, Deng y Noah formará parte de un equipo competitivo que aún dispone de 18 millones de dólares para invertir en buenos tiradores y algún hombre grande. Aun así no parece suficiente para competir con los Heat o tan siquiera con los Orlando Magic de Dwight Howard que en principio mantendrán el bloque.

Los Lakers, obligados a realizar modestos movimientos al estar por encima del límite salarial, han firmado a Steve Blake, un base de garantías para ponerle la bola a Kobe donde quiere y para meter balones interiores a Pau. Los Lakers, sin rival en el oeste, volverán a ser los favoritos. La hipotética final entre el Maestro Zen y la Santísima Trinidad nos augura un duelo más que terrenal.

Los Knicks vuelven a ser los grandes perdedores en este baile. Se quedan con Amare Stoudamire y... con Amare Stoudamire. Salvo que Lebron reconsidere la opción de recalar en la Gran Manzana es posible que el río Hudson se seque de tanto esperar una temporada por encima del 50 por ciento para los Knicks. Otra opción que barajan es adquirir a Carmelo Anthony. Yo nunca creí en las tiritas para taponar una gran hemorragia. Se ve que Donnie Walsh (General Manager) se perdió esa clase de primeros auxilios.

En definitiva muchos rumores y pocas certezas. Esta noche el futuro se nos mostrará más diáfano. Lo que ya parece claro es que ante nosotros tenemos una de las más apasionantes temporadas de la NBA en los últimos años. Cambian las jerarquías, pero el espectáculo está asegurado.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Un día para el recuerdo


Entiendo que muchas personas recuerden como el día más importante de su vida el de su boda, el de su graduación o aquel en el que consiguieron finalmente dejar el tabaco. Sin embargo, si me refiero a verdaderos aficionados de baloncesto con más de 14 años y el Canal Satélite instalado en sus casas, sólo acepto como respuesta a la pregunta “¿Cuál es el día más importante de tu vida?” el 14 de junio de 1998.

Puede parecer una exageración (de hecho lo es), pero aquel día el baloncesto comprendió que Dios no hubo ni habrá más que uno sobre una cancha de 29x15 metros y dos canastas.

Situaos en la final de 1998, sexto partido entre Utah Jazz y Chicago Bulls con ventaja en la serie de 3 a 2 para los de Illinnois. Pippen, con problemas de espalda, lleva unos míseros 8 puntos. Steve Kerr está siendo destrozado en defensa. Kukoc es el único que, junto a nuestro protagonista alcanza el doble dígito en anotación. Los Jazz, gracias a un triple de John Stockton se sitúan 86-83 en el marcador, lo que parece conducir a un séptimo partido en aquel Pabellón al que Montes definía como una prisión de cinco estrellas por los “robos” arbitrales allí perpetrados.

Restan 41,8 segundos y “The Royal Airness” toma el mando de la situación. Podía (y debería haber sido) ser su último partido y no quería dejar pasar la oportunidad de asegurar su sexto anillo sin tener que llegar a la especie de ruleta rusa en que se convierte cualquier séptimo partido.

Tras salir de un bloqueo ciego de Pippen y pese a que el defensor del sacador finta un 2x1, Michael recibe el balón en las proximidades de la divisoria. Con un cambio de ritmo y sin necesidad de ninguna finta consigue romper la cintura de Bryon Russell para dejar una complicada bandeja ante la intimidación de Antoine Carr.

85-86 abajo para Chicago. 37,1 segundos y posesión para Utah. John Stockton sube el balón con parsimonia y tras un bloqueo ciego de Hornacek, Karl Malone recibe en el poste bajo sin la oposición que cabría esperar en una situación de vida o muerte (Jordan podía haber evitado que recibiera tan fácil con un body check. Tal vez todo formaba parte del plan). Entonces, Jeff Hornacek (uno de los mejores tiradores de la liga) hace un corte de aclarado para que Malone pudiera jugar 1x1 en una acción en la que lo más probable, dada su calidad, era que anotara o recibiera una falta.

Fue entonces cuando Jordan hizo una genialidad. Ningún defensor que tenga asignada la marca de Jeff Hornacek (campeón del concurso de triples en 1998 y 2000) y esté en su sano juicio le dejaría libre. Malone así lo creyó y no alzó la vista para leer la situación de todos los jugadores (algo que cualquier buen jugador debe hacer al recibir en el poste bajo) seguro, como estaba, de que la ayuda sólo podría venir de Steve Kerr, defensor de John Stockton, al que tenía de frente. Lo que nunca pensó el bueno del Cartero (apodo de Karl Malone) fue que Jordan arriesgaría un posible “skip pass” a Jeff Hornacek para ir a robarle el balón por su espalda lo que consiguió gracias a un manotazo limpio. “¡La ha robado Jordan!” grita en cuatro ocasiones el añorado Andrés Montes.

La situación era la siguiente. 20,2 segundos en el reloj, un punto abajo y la posibilidad de pedir un tiempo muerto para preparar la jugada ofensiva. Jordan describió de esta manera la jugada al finalizar el partido: “Cuando miré el reloj quedaban 18,5 segundos y pensé que no podíamos pedir un tiempo muerto pues les ayudaríamos a ajustar su defensa. Era una situación de todo o nada. Dejé pasar algo de tiempo hasta que todas las piezas estuvieron donde quería”.

¿A qué se refería Michael con esta afirmación? Probablemente, de haber pedido un tiempo muerto, Jerry Sloan (entrenador de los Jazz) hubiera diseñado una defensa para que se la jugara cualquiera menos Jordan. En lo referente a las piezas, Jordan consiguió una situación de 1x1 en lo alto de la bombilla sin ninguna situación clara de ayuda. Steve Kerr (excelso tirador) se situó en la esquina derecha evitando que las peligrosas manos de John Stockton pudieran interferir en el camino de Michael. Si un hombre alto se lanzara al 2x1 Jordan, por su mayor velocidad, sacaría fácilmente dos tiros libres. Además, me gustaría que os fijarais en el hecho de que ,como consecuencia del robo, Karl Malone llega tarde a la defensa y se empareja con Scottie Pippen (línea de tres a la derecha de Jordan) y aunque se siente tentado a acudir a la ayuda tiene miedo de que Pippen pudiera anotar el triple de la victoria. Si Pippen hubiera estado marcado por un alero más acostumbrado a defender el perímetro (Hornacek), éste hubiera saltado al 2x1 y Jordan se hubiera visto obligado a soltar el balón o a tirar por encima de dos defensores.

Pero las grandes historias se nutren sólo de lo que sucedió, no de lo que pudo o debió suceder. Michael dejó en el suelo a Bryon Russell al detener en seco un aparente intento de penetración (premeditado u obligado por lo cerrada que estaba la defensa de los Jazz) apoyándose en un ligero empujón que con el tiempo todos, menos los aficionados de Utah, recordaremos como una mera anécdota de la misma forma que se olvidará el triple que falló Stockton para ganar el partido.

En la retina sólo permanecerán esos 41,8 segundos, los más extraordinarios que han podido seguirse en directo desde España. Yo estaba descansando con mis tiernos 10 años. Si tú estabas despierto comparte con todos nosotros cómo viviste aquel momento. No seas egoísta.

Y es que tenéis que creerme, aquel 14 de junio no fue un día cualquiera. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS